Mi primera sorpresa del año 2021 ha sido salir de nuevo citado en The Times del 2 de enero. Como era de esperar, guarda relación con mi más reciente libro Viajes con mi cura: Las andanzas de GrahamGreene por España y Portugal. El reportero, Isambard Wilkinson, ya había sacado en mayo un resumen de las conclusiones más llamativas, las relativas a la faceta secreta de Greene. Esta vez ha visitado el Pazo de Barrantes en Galicia, casa de la familia Cebrián, condes de Creixell, donde el escritor se alojó tres noches en verano de 1987.
Como relato con detalle en el libro, en ese verano el anterior conde de Creixell, Vicente Cebrián Sagarriga, invitó a Greene y a su amigo Leopoldo Durán primero a visitar la sede del vino Murrieta en las afueras de Logroño, y luego a alojarse en el pazo gallego de Barrantes. El objetivo más obvio era ganarse a Greene y que accediera a prestar su nombre para la fundación que el conde quería crear. Nuestro hombre, octogenario y astuto como nadie, no quería comprometerse demasiado, pero también vislumbraba que el proyecto beneficiaría económicamente a su amigo, recién jubilado forzoso de la Universidad Complutense, así que no dijo ni sí ni no, sino todo lo contrario.Se da la circunstancia de que este de 1987 es el único de los quince viajes hispanos de Greene en el que existe un diario personal suyo. Durante esos días de agosto en que fue huésped de honor de los condes, Greene se sintió en ocasiones como “un lobo enjaulado”, pero a la vez se esforzó por compartir el afecto que Durán sentía por la familia Cebrián. El ambiente de mutuo cariño y de piedad religiosa le causó una grata impresión, tanto que incluso le inspiró el comienzo de una novela que no llegó a desarrollar, y que en su caso hubiera sido la última de su trayectoria.
Para su artículo, Wilkinson se entrevistó con la hija mayor de los difuntos condes de Creixell, quien parece desmentir que su padre tuviera la intención de aprovechar el nombre de Greene. A pesar de mis muchos intentos no conseguí que la familia Cebrián me recibiera y aportara su versión de los hechos, pero me basé en el abundante material que encontré en los archivos de Georgetown, Boston College y la British Library. En fin, la historia de la malograda Fundación Graham Greene es una de las anécdotas más jugosas que relato en mi libro, así que remito a él para los detalles. Leopoldo Durán ni la mencionó en sus memorias, Graham Greene: Amigo y hermano (1994). Mi libro explica por qué.
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