Reproduzco la reseña del libro de relatos Hombres de verdad, de Alberto Marcos (Páginas de Espuma, 2020) recientemente aparecida en Fábula, 47.
¿Está la masculinidad hoy en crisis? Al menos en nuestra parte del planeta parece claro que el avance del feminismo en sus diversas variantes ha provocado un notable proceso de cambio en los roles sociales tradicionales, cambio que, por supuesto, se refleja en la ficción. Tal constatación subyace en las páginas de Hombres de verdad, el segundo libro de relatos de Alberto Marcos, en el que busca alejarse de los estereotipos del macho man y reivindica la conquista para lo masculino del territorio de la sensibilidad y la emotividad, antaño acaso vedado.
Si ya en su primer libro, La vida en obras, Marcos apuntó unas maneras de lúcido narrador (véase reseña aquí), ahora parece haber perfeccionado aún más sus herramientas narrativas y su capacidad de sugerir sin abrumar, de equilibrar los ritmos diegéticos, de seleccionar los detalles necesarios con pinceladas certeras. Y aunque no cabe duda de que se posiciona en favor de la reivindicación arriba apuntada, Marcos no es un escritor de tesis y sus nueve historias rehúyen planteamientos maniqueos. Seis de estas, acaso las mejores, tienen como protagonistas/focalizadores/narradores a personajes homosexuales, que se revelan como seres complejos, que buscan y no siempre encuentran, atraviesan conflictos identitarios y afectivos, sufren obsesiones y adicciones, se reconocen infieles o, al menos, en peligro de serlo. Este realismo caracterológico supera nuevos estereotipos, sin duda bienintencionados, que encontramos en ficciones populares donde no es infrecuente toparse, por ejemplo, con el increíblemente abnegado y estupendo amigo gay de la heroína de comedia.
En el libro es notable el tratamiento de las redes sociales como ámbito en el que muchos de estos hombres de verdad buscan el amor, si bien ni a ellos mismos les convence la ligereza y fugacidad de su opción. La insoportable levedad del ser (y del amar) es un signo de los tiempos, parecen entender, y los relatos están atravesados por una artística melancolía, expresada con clarividencia de la primera a la última página. En esta última, por cierto, el tradicional colofón libresco anuncia que el volumen se terminó de imprimir el 14 de febrero, “día de los enamorados y de los (futuros) desenamorados”. ¿Toda una premonición?
Si este lector que reseña tuviera que seleccionar tres relatos, destacaría “Vagalume”, “Peticiones a la Virgen de Fátima” y “Lo que necesitaba”. El primero, casi una novela corta, explora la atracción del protagonista desde sus trece años por un bello compañero de clase, quien a su vez le contempla como objeto de proselitismo. El segundo tiene en común con el anterior su acercamiento al (¿presunto?) conflicto entre homosexualidad y catolicismo, un terreno en el que Marcos se mueve con mucha soltura. El tercero, “Lo que necesitaba”, supone una autoficción futurista, en la que el autor, como ha declarado, se proyecta treinta años después y describe un encuentro con un joven en la noche festiva madrileña. Un estupendo broche final para un libro que hace pensar.
Es normal que un segundo volumen de relatos, máxime cuando el primero suscitó una amplia acogida de la crítica, provoque en su autor cierta incertidumbre y una necesidad de satisfacer las expectativas. Teniendo en cuenta que en el ámbito hispano Páginas de Espuma sigue siendo la editorial óptima para publicar ficción breve (los afortunados cuyos manuscritos son leídos, claro), auguramos a Alberto Marcos una recepción aún mejor de este segundo libro. Pues, usando una terminología conífera (recordemos que las piñas grandes y permanentes son las flores femeninas, que siguen creciendo mientras el cono masculino, mucho más pequeño, se seca una vez producido el polen), en este libro se confirma que estamos ante un narrador como la copa de un pino
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