Una conversación oída esta semana. Lidia le dice a Onésimo (nombres ficticios), dueño de una zapatería, que tiene un vale de compra para su tienda que le gustaría utilizar pronto. Onésimo, con voz quebrada, le insta a que lo haga mañana mismo. “No sé si aguantaré tres días más. Y no querrás tener un papel mojado”. En efecto, a esta víctima de la restricción no le salen los números para mantenerse a flote.
En mi comunidad autónoma el último paquete de medidas obliga a los negocios no esenciales a cerrar a las 17:00. Supongo que, para los que estén en la tesitura de Onésimo y vean que ya no van a entrar ingresos en la unidad familiar, lo de “no esencial” se les antoje una macabra ironía. Por no pensar en la cara que se les pondrá cuando a media tarde pasen junto al estanco más cercano, y comprueben que allí se sigue dispensando mercancía esencial. Esencial, claro, para que el cliente enferme y muera, si no de covid, de cáncer de pulmón (22.153 fallecidos en España en 2018).
Por supuesto, quien quiera que haya sido responsable de estudiar, diseñar y aprobar tales medidas restrictivas, al igual que las del resto de las 17 comunidades autónomas, no ha tenido una tarea fácil. No me gustaría estar en su piel, ni que recayera sobre mi conciencia la fatal disyuntiva de salud versus ruina. Pero justo por la dificultad colosal de la decisión, de nuevo insisto en que esta debería encomendarse a los mejores especialistas, a las eminencias en las diferentes materias. Y en una democracia transparente, no estaría de más que el ciudadano que sufre un brutal recorte en sus libertades, y acaso en su medio de subsistencia, recibiera información sobre quiénes componen esos comités de expertos con autoridad para hundirle el negocio por una causa mayor. Espero, en todo caso, que no se incluya a algunos de esos cientos de asesores gubernamentales que, según noticia reciente del ABC, no tienen estudios superiores, muchos ni siquiera de secundaria.
Por cierto, hay librerías-papelerías en mi confinada ciudad que te pueden vender libros hasta las 16:59 (hora aún de siesta). Un minuto después ya no, pero puedes seguir comprando hasta la noche un rollo de papel de forrar o un paquete de rotuladores fosforitos. ¿Se evitarán así nuevos contagios? Espero que sí.
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