(Los de mi generación podríamos completar esta frase con la coletilla “Retiro Comansi”, pero hoy en día sonaría tan trasnochado como “No te enrolles, Charles Boyer” o “Que no te enteras, Contreras”). Lo que quiero decir es que se han completado las plazas para la actividad que vengo organizando en el marco del Campus Valle de la Lengua de la Universidad de La Rioja, el retiro de creación literaria con Espido Freire y Carlos Fidalgo. Así, el próximo fin de semana del 22 al 24 de marzo nos daremos cita 33 personas (30 + 2 + 1) en el Centro Ain Karim de Haro para debatir sobre literatura y proponer metas creativas, de la mano de dos escritores como la copa de un pino. Nunca he asistido a un retiro de creación literaria de estas características, pero estoy convencido de que resultará memorable. Es una excelente noticia que se haya completado el máximo de plazas, pero lo siento por todos los que se quedan fuera. Para ellos tenemos el proyecto de organizar otro retiro en las afueras de
En los últimos años del siglo XX me inundó la impresión (probablemente disparatada) de que cada mes se inauguraba una nueva oficina inmobiliaria en Logroño. Ahora me sucede algo similar con los gimnasios de fitness y musculación. Últimamente en mi camino al trabajo paso cerca de cuatro o cinco de estos, y me entra una sensación curiosa cuando, en mi trayecto de rápida zancada, poso la vista en las escenas de interior y veo a alguno de sus usuarios también ejercitando la zancada bajo techo, con ropa ajustada, viendo alguna serie en el móvil, y acaso con el coche en el parking esperando a que termine. La proliferación de gimnasios es, por un lado, un signo de nuestros tiempos. Nuestra juventud, que no es tan dada a los ejercicios espirituales como los que rodara en los sesenta Basilio Martín Patino, sí que parece más adepta a los corporales. Cine, series, tiktokers , influencers y todos los elementos que conforman el ambiente anímico de nuestros jóvenes parecen más que nunca animarles