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Mostrando entradas de septiembre, 2019

Antiguos alumnos

En la entrada de la semana pasada escribía sobre el recuerdo de mis antiguos alumnos, y concluía que los logros de estos me hacen sentir orgulloso, que me solidarizo de todo corazón con sus triunfos. Y aunque con la edad uno aprende a relativizar el concepto de triunfo, y acaso a redirigirlo a cosas que de verdad importan, hay jalones en el camino de las personas que merecen celebración. Enhorabuena, Diego... Todo esto viene a cuento de la reciente toma de posesión como director general de Cultura del Gobierno de La Rioja de un antiguo alumno, Diego Iturriaga Barco, un hombre de extraordinaria capacidad de trabajo. Me vino a la cabeza que ya es el segundo cargo semejante que ha pasado por mis aulas, siendo el primero José Luis Pérez Pastor. En un contexto semejante habría que mencionar también la sólida trayectoria de César Luena, ahora eurodiputado en Bruselas, quien ya en su primer año universitario apuntaba maneras de su vocación política. Quizás las personas dedicadas a l

Profesores y alumnos

Mañana arranca el nuevo curso académico en mi universidad y en muchas otras, y parece un buen momento para replantearse si la presencia del profesor ante un puñado de alumnos es una modalidad abocada a la extinción, destinada a ser erradicada por el docente-pantalla de la enseñanza online. ¿Cuál es el sentido de que haya un profesor en un aula mirando a sus alumnos a la cara? ¿Les aporta algo a ellos tenerle cerca, o es incluso mejor que permanezca al otro lado del ordenador?  Esta cuestión se relaciona con el grado de influencia (benéfica, esperemos) que puede ejercer un docente sobre sus alumnos. Hay quién sostiene que cuanto más temprano sea el nivel educativo, más peso tiene su papel. En el nivel universitario la cosa cambia; ya llegan los alumnos con una personalidad muy formada, y con frecuencia ven al profesor más como un empleado público que tiene que validar su futura (y merecidísima) titulación que como un modelo o inspiración; y eso cuando no lo ven como un obstác

NO TOMARLO A GUASAP

En su reciente comedia veraniega Padre no hay más que uno , Santiago Segura incluye algunos toques cómicos  que he de reconocer brillantes (a pasar de que nunca fue pecador de mi devoción). En concreto, me reí mucho con su tratamiento de una esclavitud contemporánea que nos puede hacer perder mucho tiempo, energía e incluso amigos: los grupos de WhatsApp (léase Guasap), Segura carga las tintas con los grupos de madres y padres de colegio y con muchos de los tópicos que todo progenitor conoce bien: la obligatoriedad ética de participar, y de modo inmediato; la repetición de fórmulas de escasa creatividad; las ristra de felicitaciones de cumpleaños; la multiplicación innecesaria de grupos en plan  spin-off ; su uso para las  cuestiones más anodinas; la proliferación de insulsos emojis … Incluso, si me perdonan el destripoiler, Segura sugiere un invento que enriquecería a su creador: una aplicación que participe automáticamente en los grupos sin que el titular del teléfono se molest

Desde Georgetown University, Washington DC

Vuelvo a la espectacular Universidad de Georgetown para seguir profundizando en los archivos relacionados con Graham Greene. Siempre es grato regresar a los sitios de donde uno guarda recuerdos felices. De un modo u otro con el tiempo os daré cuenta de los frutos de mi estancia por acá. Por el momento, comparto una anécdota que ya no creí que me fuera a pasar en esta vida. Hoy mismo, cuando he pedido una inocente cerveza Coronita en un restaurante, la camarera me ha solicitado una ID (en este caso pasaporte) para comprobar que era mayor de edad. Lo hizo toda seria, lo comprobé. ¡Bendita sea! Pues eso, hagamos América grande otra vez, como dijo... ¿quién? Fotos David Villar