¿Os habéis preguntado alguna vez quién es el rostro que más aparece en las páginas de nuestro periódico habitual? Puede ser interesante planteárnoslo, acaso como indicador de la importancia de tal presencia en nuestras vidas.
Una respuesta obvia sería Pedro Sánchez, que para eso es el
presidente del Gobierno y tiene que bregar en diferentes frentes. Hay que
admitir que, a pesar de los muchos líos en los que se mete, don Pedro conserva
una aceptable imagen gráfica, un mérito que supongo tendrá que compartir con
ese puñado de asesores (447 según las fuentes) que le orientan en el Ministerio
de Presidencia. Quizá no le vaya a la zaga en presencia mediática su amigo
Carles Puigdemont, un hombre cabal que sabe que el mundo gira a su alrededor,
como no puede ser de otro modo.
Puede también pensarse que, en un periódico de ámbito [riojano],
los mandatarios locales tienen la obligación institucional de chupar algo de
cámara. A este respecto, Gonzalo Capellán se me antoja algo más sobrio que la
mayoría de sus predecesores/as, optando más por la intensidad que por la
cantidad. Supongo que el récord autonómico sigue estando en poder de Emilio del
Río, quien estuvo al frente de varias consejerías entre 2003 y 2015 haciendo
gala de su excelente fotogenia, como recordarán los viejos del lugar.
Para quienes priorizan las páginas deportivas, es posible
que, hasta hace poco, Rafa Nadal haya sido un rostro memorable, que tan pronto
ganaba un Roland Garrós como te vendía un Kia Sorento o un plan de pensiones
del Santander. En las páginas internacionales, Vladimir Putin es esa presencia
aterradora y ominosa, quien acaso permanecerá en el poder después de muerto
mediante algún ingenio de IA. Por su parte, Donald Trump ya amenaza con volver
a ser el blanco de los dardos de los corresponsales en EE.UU.
Pero no, ninguno de los anteriores es el rostro que andamos
buscando. El rostro que más aparece en las páginas de nuestro diario habitual
es… el del Fantasma. Sí, me refiero al personaje enmascarado creado por Lee
Falk en 1936 que nos acompaña cada día en la sección de crucigramas, al menos
desde 2009, año en el que sustituyó a Olaf el Vikingo. Desde entonces podemos
seguir, a ritmo de una o dos viñetas diarias, las aventuras del vigésimo primer
descendiente de esta saga de héroes que heredan de sus respectivos progenitores
las mallas y el antifaz, para luchar contra el mal desde el ficticio país de
Bengalla amparados en la leyenda de que se trata de un solo ser inmortal.
La longevidad del Fantasma, tanto en la ficción como en las
tiras periodísticas de todo el mundo, es admirable. A mí me hace preguntarme
qué tipo de lectores seguirán las andanzas de este héroe a razón de una o dos
viñetas por día, en esta época convulsa en que la gente se inyecta las ocho
temporadas de Juego de tronos en
sesiones maratonianas. Puede ser un alegato contra la futilidad de lo
inmediato, o un canto a la pervivencia de los valores tradicionales transmitidos
de padres a hijos, o a la necesidad de cultivar la virtud de la paciencia, qué
sé yo. Acaso quien lea esto descubra que lleva quince años leyendo su periódico
favorito sin reparar en esta presencia familiar y le avergüence su
indiferencia. O quizá la historia de este héroe enmascarado nos ilustre
sencillamente que, para salir de continuo en los periódicos, hace falta ser un
poco fantasma.

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