Hoy se cumplen tres años del día más horrible de mi vida (hasta la fecha). El tiempo sin duda cierra heridas, pero la cicatriz permanecerá siempre. Es un tópico porque es verdad.
Si mantengo el inveterado principio de que escribo poesía inspirado por el dolor del alma, supongo que acabaré componiendo un poemario sobre ella. Pero si también mantengo el parsimonioso cuentagotas con que dosifico mi poesía, no puedo asegurar cuándo. Ahora voy terminando uno sobre una experiencia acaecida en 2017, para que os hagáis una idea...
Este poema formará parte (D.m.) del eventual poemario, así que os lo adelanto. Aunque no es reciente, como algunos pocos sabéis.
Cada noche cruje un poco nuestra cama.
Tengo mucho más
espacio, estirarme
empieza a ser ya
rutina. Soy el amo
y el señor de mis
dominios
colchoneros (parvo
imperio).
A veces, solo a veces, duermo hondo
y apenas me
atormenta tu silencio.
Pero juro que hoy el alma empeñaría
por volver a los
dos quintos retroactivos
de mi lado de tu
lecho,
por sentir tu
respirar acompasado
o agitado
(profecía en el vacío).
Tengo espacio, sí,
en la cama,
en roperos y
alacenas, en mi agenda,
en mi noche, en mi
tristeza.
Maldito sea el
espacio.
Visítame en el tálamo apremiado
que presenció tu
leve, último aliento.
Infúndeme el saber
que ya posees
desde tu
inaccesible, opuesta orilla.
E impídeme dormir
a pierna suelta
sobre el colchón que oyó nuestros secretos.
![]() |
Gema (1969-2022) |
Comentarios
Publicar un comentario