Desde el jueves 6 hasta el sábado 8 de noviembre he participado en el II Congreso Internacional Multilingüe de Escritura Creativa organizado en mi universidad. Ha congregado a un puñado de profesores, profesionales de la creación, autores y aficionados venidos de varios rincones de España y algunos incluso de Francia, Norteamérica y Centroamérica para la ocasión.
Han sido tres días intensos en los que se ha hablado mucho de la amenaza de la IA en el horizonte creativo, así como de otros diversos temas: la escritura creativa como autoconocimiento, la traducción literaria, la corrección en el proceso editorial, el teatro cubista, la escritura como misión, la ficción biográfica, las revistas literarias, etcétera, además de lecturas de poemas y microrrelatos. Para consultar más detalles, se puede acceder al programa en este enlace.
La idea original cuando diseñé la estructura de este encuentro era replicar en Logroño la primera edición del I congreso celebrado el año pasado por estas fechas en Nueva York. Aunque la población de Logroño quepa en dieciséis rascacielos de la metrópolis, el tamaño no siempre importa. Tras dejar yo el Valle de la Lengua (no os voy a dar detalles todavía) asumieron la dirección José Díaz Cuesta y Alicia Muro, que también asistieron a la edición de Nueva York. Ahora han hecho un trabajo excelente al frente del equipo de compañeros que han participado en la organización, y el resultado ha sido un congreso de gran altura académica y creativa, con una organización impecable que ha funcionado como un reloj, y han sabido crear un clima muy grato al que los participantes han respondido con una entrega inusitada. La gran mayoría ha asistido a la práctica totalidad de las sesiones, y ha intervenido con interés constante, muy lejos de la práctica tan extendida en los macrocongresos que consiste en venir, poner el huevo y marcharse a patear la ciudad o volverse al lugar de origen con el certificado en la maleta.
Esta forma humana de organizar congresos que han sabido llevar a cabo José y Alicia se manifiesta también en múltiples detalles pequeños, como el regalo a cada participante de una botella de vino y una camiseta con un sugerente logotipo, o los numerosos aperitivos y refrigerios a los que se les invitó. También se dedicó un acto a la memoria del recordado profesor Carmelo Cunchillos, una inspiración para muchos, junto a un árbol emblemático. Sin duda, parte de la huella que nos dejó Carmelo es esta visión humanizadora de la vida académica, tan rara hoy en día, cuando lo que solo importa es el papelito que cuente para la acreditación de la ANECA.

Comentarios
Publicar un comentario