Hace unos meses falleció Walter Hopper, un amigo entrañable. La última vez que nos vimos fue en Oxford en septiembre de 2018, y entonces intuí que esta sería en efecto la última. Había superado un cáncer y, ya cercano a los noventa, las fuerzas casi le habían abandonado. Al final, ha sido el dichoso Covid lo que le ha dado el postrero empujón al Más Allá.
Walter Hooper dedicó gran parte de su vida a rescatar y difundir el legado literario de C.S. Lewis. Se conocieron en junio de 1963; Walter era un joven admirador norteamericano de paso por Inglaterra, que consiguió que su admirado autor le invitara a tomar el té en su casa. La sintonía fue total, y al cabo de unos días Lewis, incapaz de utilizar sus manos por una enfermedad degenerativa, le propuso el empleo de secretario personal. La ocupación duró tan solo unos meses, pues Lewis fallecería el 22 de noviembre de ese año (el mismo día y hora que JF Kennedy).Según refiere Walter Hooper, Lewis estaba persuadido de que su obra quedaría olvidada al poco de su muerte. Pero su secretario le prometió que no sería así, pues “esta es muy buena, y sus lectores no pueden ser tan estúpidos”. Pero, además, porque él mismo se dedicaría durante medio siglo a recuperar y recopilar los escritos dispersos de Lewis, a promover la reedición de los libros descatalogados, e incluso a salvar (literalmente) de la hoguera muchos manuscritos que un insensato hermano Warnie pretendía destruir cuando se mudó a una vivienda más pequeña. Fruto de su labor de albacea literario son varias ediciones de escritos que de otro modo se hubieran pedido, entre los que destacan la monumental recopilación del epistolario de Lewis aparecida en tres volúmenes entre 2004 y 2006.
Conocí a Walter en 1998, en un congreso sobre Lewis celebrado en Granada, y desde entonces mantuvimos la amistad. Fue tomando un refresco frente a la Alhambra donde me dio la idea para Solo yo me salvo, y a lo largo de los años de su lenta gestación, el argumento de esta historia constituyó un motivo de divertimento durante mis visitas en Oxford. Cuando por fin salió en 2011, su nombre figuraba en la dedicatoria.
Walter Hooper era un hombre menudo y bondadoso, con gran sentido del humor, que hablaba pausadamente con una característica mezcla de R.P. oxoniense y acento sureño de su país. Para quien quiera escucharle, recomiendo esta grabación de una entrevista en tres entregas. Tuvo claro desde muy atrás que su misión consistiría en entregarse al legado de Lewis, y lo hizo. En el ocaso de su vida exhalaba la satisfacción del deber cumplido, algo que no todo el mundo puede sentir.
Hoy me ha parecido un día apropiado para rememorar al hombre que resucitó a C.S. Lewis. Espero que, allá donde estén, ambos lo celebren con una tertulia interminable ante unas pintas inacabables de lager y entre el aroma de Gold Block, como hacían los Inklings. Y que estén cerca de Aslan, claro.
Lewis y Hooper en 1963 |
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