Hace unos meses circuló por las redes un emotivo texto del periodista y profesor universitario uruguayo Leonardo Haberkorn en el que renunciaba lastimosamente a esta segunda faceta por estar harto de la abrumadora competencia que hacían los móviles de sus alumnos a su discurso profesoral. En realidad, este texto se escribió en 2015 y desde entonces ha pasado a ser copiado y difundido sin el permiso de su autor, pero eso no cambia su actualidad. “Me rindo. Tiro la toalla. Me cansé de estar hablando de asuntos que a mí me apasionan ante muchachos que no pueden despegar la vista de un teléfono que no cesa de recibir selfies.” Su difusión acaso ha sido favorecida por docentes que se identifican con su quemazón (burnt-out) ante la indiferencia cultural e inatención del alumnado enganchado a sus móviles.
Pues bien, en España el fenómeno parece ser el contrario. Cada vez se constata un nivel mayor de excelencia entre el alumnado, que ronda la matrícula de honor mayoritaria. En los últimos trabajos de fin de grado (TFG), por ejemplo, no es difícil ver que casi la mitad de los alumnos reciben un 10 del profesor que les dirige el TFG y a la vez se lo evalúa. El resto ronda la zona del 9 y solo unos pocos incurren en el 8. Ya me gustaría que el señor Haberkorn se diera una vuelta por la Universidad española y comprobara el nivel.
Claro que quizá en Uruguay no existe una agencia nacional de evaluación del profesorado (más conocida como ANECA) tan exigente y competente como la que hay en España. Y si la hubiere, quizá no valora tan alto el número de TFG dirigidos por el docente evaluado, quien para hacer currículum y ganar excelencia necesita captar clientela. Además, otro índice de calidad del profesor evaluado es poseer un alto nivel de “éxito docente”, que implica un elevado número de aprobados, y, por supuesto, los mejores resultados en las encuestas de evaluación realizadas por los alumnos al final de cada curso impartido. ¿Y qué mejor modo de hacerlo que garantizar la excelencia universal, 10 per tutti? Bo Derek estaría roja de envidia.
Pues eso, señor Haberkorn. En España no le habría entrado tal desánimo. En España los alumnos son de 10.
Pues bien, en España el fenómeno parece ser el contrario. Cada vez se constata un nivel mayor de excelencia entre el alumnado, que ronda la matrícula de honor mayoritaria. En los últimos trabajos de fin de grado (TFG), por ejemplo, no es difícil ver que casi la mitad de los alumnos reciben un 10 del profesor que les dirige el TFG y a la vez se lo evalúa. El resto ronda la zona del 9 y solo unos pocos incurren en el 8. Ya me gustaría que el señor Haberkorn se diera una vuelta por la Universidad española y comprobara el nivel.
Claro que quizá en Uruguay no existe una agencia nacional de evaluación del profesorado (más conocida como ANECA) tan exigente y competente como la que hay en España. Y si la hubiere, quizá no valora tan alto el número de TFG dirigidos por el docente evaluado, quien para hacer currículum y ganar excelencia necesita captar clientela. Además, otro índice de calidad del profesor evaluado es poseer un alto nivel de “éxito docente”, que implica un elevado número de aprobados, y, por supuesto, los mejores resultados en las encuestas de evaluación realizadas por los alumnos al final de cada curso impartido. ¿Y qué mejor modo de hacerlo que garantizar la excelencia universal, 10 per tutti? Bo Derek estaría roja de envidia.
Pues eso, señor Haberkorn. En España no le habría entrado tal desánimo. En España los alumnos son de 10.
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