Tal como anuncié la pasada semana, voy a resumir algunos contenidos de la mesa redonda con la que clausuramos el I Encuentro de Editoriales Independientes en San Millán de la semana pasada. Titulada “Autores deseados y autores no solicitados”, participaron Joaquín Alegre, de editorial Rimpego, Valeria Bergalli, de Minúscula, Juan Casamayor, de Páginas de Espuma, y Patricia Romero, de La Huerta Grande, y fue moderada con gran tino por Jonás Sainz, redactor de Cultura del diario La Rioja.
Lo que aquí sigue es mi propio resumen del
coloquio, mucho más soso que la viveza del debate original. Se abordaban dos aspectos diferentes con un nexo común: por un lado, qué criterios
siguen las editoriales independientes para decidir qué autores merece la pena
dar a conocer. Si un rasgo distintivo del sector independiente es que no buscan
como prioridad una rentabilidad inmediata, en sus catálogos no abundan tanto
los autores consagrados, ni por supuesto los celebrities, políticos o
presentadores de televisión, como sucede con cierta frecuencia en los grandes
grupos. Por otro lado, se les preguntó sobre el modo de gestionar el ingente
número de manuscritos no solicitados; y qué consejos podían dar a los
asistentes que se encuentren en la situación de buscar editor.
Patricia Romero precisó aún más esas pautas que orientan al
editor sobre si el manuscrito vale la pena: debe llegar presentado por una
buena propuesta editorial, completa pero escueta y sin estridencias; se debe
percibir que reúne los parámetros de calidad a juzgar por el lenguaje, tono,
estilo, contenido…; el género escogido por el autor debe ser adecuado al perfil
de la colección, y a la demanda que exista; también influye el momento que
atraviesa la editorial, sea por sus datos de ventas, su falta o no de liquidez,
o el exceso de stock.
Según Casamayor, la cifra actualizada de títulos que se
publican en España ronda los 82.000 al año. Dadas las facilidades para enviar
manuscritos por vía telemática, se reciben cantidades desmesuradas en las editoriales.
Páginas de Espuma, por ejemplo, recibe unos 1.500 al año, de los que leen,
según su editor, entre 300 y 400. Pero por supuesto no tienen medios materiales
para atender a todos; cada manuscrito implica tiempo y dinero (contratar
lectores profesionales). Por eso es muy frecuente que algunas editoriales
lleguen a colgar en sus páginas el anuncio de que no se admiten manuscritos indeseados.
Minúscula todavía está abierta a recibir manuscritos, pero
su editora Valeria Bergalli aclaró el motivo por el que no se mantiene
correspondencia sobre ellos. En el pasado, cuando escribían a un autor para
anunciarle que, lamentablemente, su manuscrito no tenía cabida, esto solía
conllevar casi inmediatamente que el autor contestara solicitando un informe
crítico que hubiera llevado a esa decisión, lo que convertía el acto de
cortesía en una cadena indefinida. La verdad es que me sonó convincente, y me
cambió un poco mi percepción de la descortesía editorial.
En diversos momentos los ponentes se planteaban si en
España no habría más escritores que lectores, una duda inquietante que queda
abierta. Para muchos miles de estos lectores que no leen mucho siempre quedará
la autoedición, que para Casamayor debería llamarse más propiamente “autopublicación”.
Los editores no mostraron miedo de que tales libros autopublicados quiten sitio
en las librerías, pero no cabe duda de que el presupuesto de los compradores de
libros nunca es ilimitado. Para Joaquín Alegre, la autopublicación es uno de
los dos cánceres de la edición, junto con los libros que sacan las
instituciones públicas y se quedan sepultados en cajas de depósitos
funcionariales.
Valeria Bergalli advirtió sobre la obsesión de subrayar como
máximo indicador del éxito de un libro el resultado comercial, las hipotéticas ventas
por miles, en noticias periodísticas o en faldones de libros. Por su parte, Patricia
Romero trajo a colación las palabras de Kurt Wolff sobre la labor de un auténtico
editor que se empeña en publicar los libros que merecen ser leídos, no tanto los
que la gente quiere leer, aunque eso no cuente con el beneplácito del Consejo Editorial
ni de la cuenta de resultados.
Como dije, este resumen es muy limitado, pero confío en que
pronto estén disponibles las grabaciones del evento. Concluyo con un consejo de
Valeria Bergalli a los candidatos a autores publicables: no pretendan ser
tremendamente originales en sus autopresentaciones. Que nadie se presente con
frases como: “Escribo desde antes de nacer”. Basado en hechos reales.
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