BUENO, PUES NADA
Esta frase, que se puede reforzar con unas palmaditas en la espalda al interlocutor, viene a implicar que nuestro encuentro ha sido grato (o no, eso es irrelevante), pero llega un punto en que hay que cortar. Sin más. Las cosas buenas (o malas, eso es irrelevante) terminan, como todo en esta vida.
Y ese todo total se combina, en este inconfundible colofón conversacional, con la definitiva nada, como el ying con el yang, como el sol con la luna. No es un punto totalmente nihilista, al menos no tanto como es puesibilista (sic), pero apunta a la finitud de la existencia, o acaso a nuestra conciencia de conclusión. No vivimos en la eternidad, donde esta frase no tendría sentido. Hasta aquí hemos llegado, me haya hastiado o no (eso es…). O incluso cabe que esté disfrutando del momento, pero me pueda la responsabilidad de criatura espacio-temporal. Bueno, pues nada…
O, alternativamente, “Hala pues”, “En fin, lo dicho”, o, desde La Rioja con amor, “Voy a ver”.
Valga esta expresión para concluir esta serie veraniega de frases con nata. Espero que a partir de ahora no os provoque un cuidado excesivamente receloso de vuestro lenguaje en mi presencia, que no soy tan malage.
Y, si se os ocurre alguna otra que glosar, se aceptan sugerencias. Me he cortado de desarrollar frases como “No soy racista (machista, etc.) peeero…”, o “Lo que tú tienes que hacer es…”. La glosa resultaría demasiado obvia, creo yo.
Feliz vuelta al cole. O síndrome posvacacional, como mejor proceda...
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