Hoy los españoles votaremos a nuestros representantes autonómicos y municipales, y los candidatos sabrán por fin qué frutos ha dado la agotadora campaña, precedida de precampaña (y acaso de preprecampaña, etc.). Y a su vez estas elecciones serán prepre (etc.) campaña de las generales, y luego de las de Galicia, País Vasco, Cataluña, Andalucía, Castilla y León (que por algún motivo, no concurren hoy a las autonómicas con los demás), y a su vez prepre de las europeas… Así que nos queda diversión para rato.
Estoy persuadido de que, incluso cualquier día normal del año, los medios de comunicación dan una prioridad exagerada a la información política, a pesar de que, salvo unas escasas medidas de interés público, el grueso de esta se reduzca a crónicas de zafiedad, chapucería, cainismo, reality, culebrón o sucesos. Ya quisiera que los periódicos prestaran a la publicación de un libro, que puede haber costado cinco o seis años de trabajo a su autor, la centésima parte de atención que a la última boutade que ha soltado tal parlamentario cuasianalfabeto, o tal ministra con síndrome de adolescencia perenne.
Pero si esto sucede cualquier día normal, la atención mediática en campaña se dispara incontrolablemente. Y tal proliferación de mensajes nos vuelve a fomentar por enésima vez la ilusión de que la asignación de sillones autonómica o consistorial es un eje central de nuestras vidas cotidianas. Y acaso al hacerlo consiga hacernos olvidar que desde hace tiempo (si no desde siempre) la democracia real ha sido secuestrada por la partitocracia, y que la capacidad del ciudadano para el autogobierno es lo más parecido a un espejismo.
Sin embargo, reconozcamos que los candidatos hacen grandes esfuerzos creativos para aumentar la lista de promesas electorales con propuestas originales que faciliten variar los titulares de cada día de campaña. Es comprensible que, tras el enorme gasto de imaginación que esto supone, algunos necesiten de cuatro años para reponer las pilas. Me temo que no es un caso aislado el de cierta consejera de mi región, que ganó hace un cuatrienio el escaño desde uno de esos partidos que venía a regenerar la vida política, y que, tras convocar a una cuadrilla de amigues para ocupar los cargos directivos, se ha pasado este tiempo sin apenas (dicen) pisar su despacho ni promover iniciativas reseñables, a pesar de contar con generosos presupuestos de 13 millones anuales.
Uno de los partidos que concurre en estas elecciones ha presentado como lema “Para una vida mejor”. No le falta razón; hoy comienza un esperanzador horizonte vital para miles de personas. Miles de hombres y mujeres que, de no ser nadie hoy, mañana tendrán una vida maravillosa, sillón y coche oficial a cargo del erario público. Alegrémonos por ellos.
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