Anoche, sábado, en vez de irme de botellón nocturno o de festejos celebratorios de nuestra recuperada libertad, opté por un plan más doméstico y confinado. Sí, lo confieso, vi el Festival de Eurovisión. En mi descargo diré que el certamen en sí mismo aún me evoca ecos de una infancia dichosa, y que, además, un miembro de mi familia ha desarrollado una gran afición, que sabe mejor en compañía.
Así que me tragué casi todas las actuaciones, los extras y las votaciones. Pero me fui a la cama bastante decepcionado. No solo porque mi favorita (Alemania) hubiera quedado en el anteúltimo puesto (de Blas Cantó no tenía la menor expectativa), ni solo porque la canción/grupo más estridente hubiera triunfado. Ya sé que uno no debería ponerse demasiado solemne ante un macroespectaculo, pero sin duda Eurovisión también tiene otras dimensiones, una de ellas la de escaparate social. Por eso, al contemplar los berridos de los dos grupos de heavy rock que se llevaron la mayoría apabullante de los votos del público (sea eso lo que sea),
o la caracterización de varias señoritas que comprometían de modo práctico los logros del feminismo en los últimos años,
o la escenografía satánica de canciones como la que decía “Le di mi corazón al diablo” (Chipre), o el "Ángel Caído"de Noruega...
me vino a la cabeza Oswald Spengler y su vaticinio, hace aproximadamente un siglo, de que en torno al año 2000 la civilización occidental, y Europa como su cuna, entraría en un periodo de decadencia y alarma pre-mortuoria (que tan solo se prolongaría unos doscientos años, de cesarismo por parte del brazo ejecutivo autoritario de los gobiernos, antes de su colapso final).
¿Asociación de ideas agorera y fuera de lugar? Quizá. Por otro lado, desde un punto de vista musical el festival tampoco tuvo demasiado valor, a mi falible entender. Bajo una tecnología espectacular y un tanto alucinógena no vi nada que se pudiera comparar a los ecos de mi infancia dichosa que aún me traen “Aleluya” de Milk and Honey, “Kisses for me” de Brotherhood of Men, o “What’s another year” de Johnny Logan. Como dije, mi favorita era Alemania, con un tema desenfadado de Jendrik que decía “I don’t feel hate, I just feel sorry”. Y no solo me gustaba por la letra.
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