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Narrativas que funcionan

Para que una persona se dedique a escribir (a nivel profesional o amateur) se requieren algunas condiciones innatas: un mínimo de inteligencia, capacidad de observación, imaginación, sensibilidad, habilidades lingüísticas, etcétera. Es decir, el escritor nace. Pero tales habilidades deben pulirse y perfeccionarse si se pretende dar frutos literarios memorables. Esa parte se hace. Sin duda una buena biblioteca es el primer requisito. Pero también resulta valioso integrarse en una comunidad de lectores y/o escritores que se enriquezcan mutuamente con sus hallazgos. Esto es lo que se ha hecho en las tradicionales tertulias literarias, y que ahora se extiende a los clubes de lectura, los talleres, o incluso las escuelas de escritura.
Foto: Irene Castellanos
          Tras un hiato de cuatro años, este martes 26 de junio comenzó la sexta edición del Taller de Creación y Crítica Literarias que organizo, esta vez en formato de curso de verano de la Universidad de La Rioja, subtitulado “Narrativas que funcionan”. El primer ponente fue un clásico, Rubén Abella, que combina su exquisito gusto lector y su experiencia como profesor de escritura creativa con su claridad expositiva, amenidad y vivacidad. Por si fuera poco, Rubén es uno de esos oradores que se entrega a su público, algo que no siempre está garantizado.
En la sesión del pasado martes nos condujo por relatos de Sam Shephard (aprendimos cómo tenía los dientes de niño), Lucia Berlin y Ernest Hemingway para ilustrar elementos clave de una narrativa que funciona, tales como la verosimilitud, la prefiguración, el ritmo y la prosodia, la dosificación informativa, el manejo de la elipsis y la oblicuidad, el extrañamiento, los puntos de giro de la trama, el movimiento interno… Como guinda, nos aportó un puñado de recomendaciones de novelas e historias con un comienzo brillante.
El jueves 28 tocó el turno a María Fernanda Ampuero, periodista ecuatoriana y cuentista revelación por su reciente libro Peleas de gallos (Páginas de Espuma, 2018). Antes nos habíamos leído su sobrecogedor relato “Subasta”, que (sin ánimo de hacer destripolier, como diría el doctor Prendes) trata de una execrable subasta de seres humanos en un anónimo país latinoamericano, narrado por una de las víctimas.
Sin duda el relato impactó profundamente a la mayoría de los oyentes, este narrador incluido, y provocó un animadísimo debate no exento de polémica y pasión. Si es siempre un privilegio poder debatir de su obra con una autora a tan corta distancia –personal y crítica–, María Fernanda es elocuente y apasionada, no deja indiferente. Ella reconoció que los lectores le hacían ver elementos en su relato que le sorprendían, como la lectura en clave de alegoría darwinista. Por supuesto, emergió el feminismo en el debate, y la inquietante cuestión de si la historia valdría igual si el protagonista fuera un hombre en lugar de una mujer. Otra cosa, ¿debe un buen padre proteger a su criatura cuando es pequeña, o prepararla desde entonces para la crudeza de la vida? ¿Opiniones?
En definitiva, María Fernanda Ampuero consiguió convencernos de una cosa: se puede usar lo violento, lo abyecto y lo escatológico para hacer arte literario. Y funciona.

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