La
última semana del VI Taller de Creación y Crítica Literarias nos elevó por las
alturas de las narrativas que funcionan en el mercado. Dos editores de sendos
grupos editoriales punteros, Planeta y Random House Mondadori, y un escritor
superventas. Respectivamente, Juan Cerezo, Alberto Marcos y Andrés Pascual.
Con su características elegancia y
aplomo Juan Cerezo comenzó esbozando un recorrido por la historia de la casa
donde lleva más de veinte años, Tusquets, y mencionó algunos de los nombres que
han florecido bajo su sombra: Luis Landero, Javier Cercas, Almudena Grandes,
Antonio Orejudo, Rafael Reig o Fernando Aramburu, cuya Patria es el último gran éxito de la narrativa hispana.
Tras este recorrido, Juan impartió
todo un compendio de los principios de la crítica literaria, analizando qué ingredientes de los elementos narrativos
contribuyen a que una historia guste. En este “gustar” se sobreentiende el
criterio de un editor veterano, quien valora en gran medida que un relato emocione, pero también es aplicable al
de cualquier lector avezado.
Así, desgranó los condimentos que
aderezan el tono, la caracterización, el estilo, la estructura, el ritmo…, pero
haciendo hincapié en la trama. En especial comentó las diferentes “plantillas”
disponibles ante el autor (viaje, aventura, regreso, reconocimiento, expiación,
ambición, venganza, superación, resolución de misterio, enamoramiento, lucha
contra el mal, etcétera). Que tales arquetipos existan y se empleen no va en
detrimento de la creatividad autoral. Las buenas historias, para Juan Cerezo,
son resonancias de estas plantillas, condimentadas con la parte de originalidad
personal e intransferible del autor.
Alberto
Marcos envolvió a los asistentes con su calor y cercanía. Comenzó afirmando que
la literatura es en primer lugar entretenimiento. Y siguió con otra afirmación
no menos categórica: la mayoría de los autores no vive de escribir. Y menos en
un país como el nuestro en el que un 40% de la población admite no leer nunca.
Si Juan Cerezo analizó cómo un potencial
editor juzgaría qué ingredientes funcionan bien en una historia, Alberto Marcos
aportó varios detalles técnicos del funcionamiento de una editorial como la
suya, Plaza & Janés, el sello superventas de Random House: tiradas,
procesos de recepción, departamentos, publicidad, comercialización, etcétera.
De la abundante información aportada, a este cronista le maravilla la
afirmación de que todas las propuestas que llegan a Plaza & Janés (salvo
las muy desenfocadas) se pasan a un lector para que elabore informe. Varios de
los asistentes se emocionaron al recordar que hay personas cuya trabajo
consiste en leer, y se interesaron por cómo obtener ese puesto. Pero tampoco se
gana mucho, aclaró Alberto.
Para concluir, Alberto obsequió al
respetable con dos series de consejos. La primera sobre el oficio de escritor;
la segunda, sobre cómo presentar una novela a un editor. Podría reproducirlos
aquí si tuviera más espacio y menos pereza…
El
jueves 12 de julio cerró el taller Andrés Pascual, un escritor que sabe de que
habla cuando se trata de narrativas que funcionan. Su trayectoria
imparable desde su primera novela, El
guardián de la flor de loto, lo demuestra. También dio consejos sobre la
forma de la narrativa (diversidad de elementos en equilibrio, mostrar en lugar
de contar, menos es más, eliminar “hernias preciosas”, etcétera) , pero el núcleo
de su intervención se centró en la
esencia, quiso hablar al corazón de los escritores (en potencia o en acto) que
le estaban escuchando, para ayudarles a entender mejor qué es lo que hacemos
cuando nos ponemos delante del folio en blanco/pantalla en negro, y por qué lo
hacemos.
Así, lanzó preguntas capciosas como
“¿Qué elemento esencial (solo uno) de tu oficio de escritor consideras
irrenunciable? O, aún más difícil: “¿Quién eres tú?” “¿Cómo te defines en
cuanto a creador?” En todo momento apeló a la autenticidad, a descubrir qué es
lo que nos hace únicos e irrepetibles, y, una vez identificado, volcar este
factor diferencial en el arte de la escritura.
Casi nada, ¿no?
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