Hoy es una jornada de máxima expectación en España: nuestro presidente Sánchez se ha dado un día más para decidir si dimite o no del cargo. El motivo, como sabemos los de este lado del charco, es la apertura de diligencias por tráfico de influencias y corrupción en los negocios que presuntamente implican a su esposa, Begoña Gómez.
Al largo de este fin de semana se han sucedido numerosas
manifestaciones de apoyo a Sánchez, que manifiesta ser víctima de las insidias del bloque
de derecha/ultraderecha. Da la impresión de que tales actos multitudinarios de exaltación
del líder no están exentos de ese énfasis en las dos Españas que introdujo en
la vida política uno de los más devotos prosanchistas, el expresidente Rodríguez
Zapatero. Es paradójico que el defensor a ultranza de la alianza de civilizaciones
haya hecho tanto para dividir la de su país.
En esta jornada de reflexión presidencial, propongo un comentario de texto inspirado en un artículo aparecido en los diarios del grupo Vocento anteayer, viernes 26 de abril, firmado por Mateo Balín. Se refiere al juez del Juzgado de Instrucción de Madrid que ha abierto el auto de diligencias previas, Juan Carlos Peinado, y me parece interesante como ejemplo de tratamiento informativo. Lo reproduzco.
La primera mitad del escrito la ocupa una anécdota que ha relatado un contacto del articulista, cierto abogado anónimo, según la cual Peinado manifiesta su carácter despótico por haberle espetado en los pasillos: “Mire, es que yo soy el juez”. Pero el audaz y anónimo letrado no se queda callado y replica que “en un pasillo es lo mismo que en los servicios, uno más”, con un ingenio tal que hace que los detenidos se desternillen de risa y que Peinado agache la cabeza y se aleje humillado.
Para Balín esta anécdota, un tanto trivial y proveniente de una fuente anónima unilateral, “da una idea general de quién es el magistrado que ha admitido una denuncia de Manos Limpias basada solamente en informaciones periodísticas pese al criterio contrario del Supremo”. En una sola frase se insinúa que este juez podría ser un déspota que instruye autos judiciales a la ligera.
Aún hay más. Repasando la carrera de Peinado, Balín
sugiere que es un hombre que arrastra una permanente frustración por haber fracasado
en sus intentos de ocupar un cargo en el CGJP y luego en la Audiencia Nacional.
Pero lo que es peor, su inadecuación llega hasta el extremo de tener una hija edil
del PP en Pozuelo. ¿Qué se puede esperar de un juez que tiene una hija pepera?
Como artículo informativo, pues, no me parece tremendamente
imparcial, pero lo que sí concedo al autor es una impecable capacidad de
síntesis en el título. En efecto, “La traca final del juez Peinado, cargos
frustrados y una hija en el PP” resume perfectamente el enfoque y contenido. Ya
se sabe que en un estado de derecho las decisiones judiciales son incuestionables
a menos que se puedan cuestionar, incluso antes de investigarse. Será verdad
que, en el pasillo, en los servicios, y ante el foco mediático, el juez es un
humano más.
Esperemos a mañana. Que sea lo que Sánchez quiera.
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