Una reciente curiosidad televisiva que puede interesar a los aficionados a la literatura victoriana es la serie de Disney The Artful Dodger, especie de secuela de Oliver Twist. Se centra en uno de los personajes secundarios del clásico dickensiano, en español denominado “Truhan”, el pilluelo que introdujo al inocente Oliver en la hermandad londinense de delincuentes juveniles dirigida por el judío Fagin. El Dodger (literalmente, “el evasor astuto”) ha acabado como joven cirujano en una localidad de Australia, y sus manos antaño hábiles para el hurto se aplican ahora al oficio de operar pacientes. Resistiré una vez más la tentación del spoiler; tan solo mencionaré que, en esta secuela del clásico, los entonces malos pasan a ser bastante buenos, y cuando por fin, increíble pero predeciblemente, aparece Oliver en escena, el niño inocente y vulnerable de la novela es ahora un tipo obeso, rapaz, traicionero y prevaricador.
Este es un caso más
de la tendencia contemporánea en la ficción audiovisual a dar la vuelta a la
antigua dicotomía héroe/villano, uno de cuyos ejemplos más notables es Joker (Tod Phillips, 2019). Ganadora de
dos óscar y una de las películas más taquilleras de la historia, presenta al conocido
psicópata y asesino como un hombre sensible que ha tenido mala suerte en la
vida, y gran parte de la culpa de su desgracia la tiene el cochino
multimillonario capitalista de Gotham, a la sazón el padre de Bruce
Wayne/Batman.
Este afán por
blanquear el lado oscuro se extiende también al cine infantil y juvenil. Así,
los padres que acompañan a sus hijos al cine han podido presenciar cómo el Hada
Maléfica de La Bella Durmiente, o la
despiadada Cruella de Vil de 101 Dálmatas
son en realidad unas benditas que han sido víctimas de los embates del
establishment burgués, que no les ha dejado más salida que su posicionamiento
en los márgenes. Y es también interesante comprobar cómo el horripilante
Drácula de Coppola, que nos erizaba la piel encarnado por Gary Oldman, ha dado
paso a la saga de angelicales vampiros de Crespúsculo,
la mejor familia política que cualquier consuegro podría desear.
Obviamente, los
humanos no somos ni tan buenos ni tan malos como nos pinta el melodrama, aunque
será mejor que deje a los psicólogos la tarea de evaluar si esta representación
del bien y el mal ayuda, mejor que la de mi época, a la formación de la juventud,
y acaso a su salud mental. Pero luego los niños crecemos, nos convocan a votar
a nuestros representantes políticos (por ejemplo, en dos elecciones autonómicas
inminentes), y resulta que los antaño malotes ya no lo son tanto, y que además tienen
altas probabilidades de salir elegidos por el pueblo para asumir las
responsabilidades de sus respectivos gobiernos. Como el pobrecito Joker, seguro
que han sido maltratados en algún momento por el establishment, y, realmente,
¿quién se acuerda de sus asesinatos, prevaricaciones y/o delitos varios? Sin
duda merecen ser blanqueados, y en su momento amnistiados, aunque esto conlleve
pequeñas alteraciones en la dinámica del estado de derecho y la separación de
poderes. En la actualidad política seguro que conocemos a más de uno y más de diez
que, como el Artful Dodger, “evaden con astucia”. Pero bueno, seamos
comprensivos. Malotes al poder.
Aparecido en La Rioja, 18 abril 2024
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