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TIENEN CARA DE HOTENTOTE

Leo esta semana que las autoridades británicas que velan por la sana moralidad pública de la ciudadanía han decretado elevar la clasificación del clásico infantil Mary Poppins, que pasa de ser autorizado para todos los públicos a la categoría de “PG”, (parental guiding), lo que requiere la supervisión de un adulto. El motivo es el hecho de que el aventado (nunca mejor dicho) vecino de los protagonistas llamado almirante Boom utiliza el término “hotentote”, que hoy se considera una forma desconsiderada de referirse a los pastores nómadas de Sudáfrica.

Me parece muy apropiado que nuestros jóvenes de hoy, que se tragan todo tipo de pasadas en series como Juego de tronos o el Juego del calamar, sean protegidos de oír palabrejas tan malsonantes. Ahora entiendo por qué mi generación y algunas posteriores han salido tan deficientes en muchos aspectos: hemos visto al príncipe de Blancanieves darle un beso no consentido mientras dormía (así le ha ido a Rubiales), hemos visto al gato chino de Los Aristogatos sonreír simplonamente, hemos oído que a los indios de Peter Pan se les denominaba “pieles rojas”, o hemos intuido (aunque el doblaje hispano nos preservó de ser plenamente conscientes) que los cuervos que enseñaban a Dumbo a volar hablaban con acento afroamericano. Afortunadamente, se han tomado medidas para que todas estas faltas sean reconocidas como tales a partir de ahora, y que nuestros jóvenes sean preservados de este mal.

Como a muchos de mi generación, la palabreja que hoy escandaliza a los victorianos contemporáneos nos remite a la contraseña recurrente que se repite en las variadas aventuras de Mortadelo y Filemón: “Esos tipos con bigote, tienen cara de hotentote”. Por cierto, no es que quiera dar ideas, pero los tebeos de mi infancia podrían ser el próximo objetivo de las revisiones moralizantes. Sin ir más lejos, los Mortadelos son una celebración del machismo y del discurso de odio al diferente, los Zipi y Zape una exaltación de la familia heteropatriarcal en la que la mujer está sometida bajo la “zapatilla” masculina, Carpanta es un canto a la desigualdad de clases, y no hablemos del ataque al concepto de inclusión que transmite Rompetechos. Se podría empezar y no parar. Pero insisto, no pretendo dar ideas.

 


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