Ir al contenido principal

Lo que tragan nuestros hijos

Hace poco terminé la estupenda novela de Lorenzo Silva y Noemí Trujillo, Si esto es una mujer, narrada por una inspectora de policía. Quizá otro día hable de esta nueva saga de thrillers, pero ahora me quedaré solo en el detalle de que la protagonista, concebida como modelo de mujer contemporánea, comenta en cierto momento que ella y sus hijos menores han seguido durante años las sucesivas temporadas de la serie Juego de tronos. Recordé que una pareja amiga también me había contado hace tiempo, como ilustración de su entrañable vida familiar, que la veía puntualmente con su hijo al menos desde que tenía diez añitos.

Yo por entonces no estaba muy familiarizado con la superproducción, de la que sabía poco más que la payasada de Pablo Iglesias cuando le regaló una colección a Felipe VI. Pero ahora, después de habérmela tragado en su integridad, estoy en condiciones de afirmar que, aunque el guion es toda una lección de trama embriagadora y algunos personajes resultan fascinantes, definitivamente no es una serie que deban ver los niños. Incluso ni siquiera me parece apta para algunas sensibilidades adultas, por su excesiva crueldad, brutalidad, erotismo, y violencia física y sexual.

Para quien no haya visto Juego de tronos, déjenme darles unas pocas muestras sin ánimo de destripoiler. Solo en el primer episodio vemos cómo el “bueno” de la historia, Lord Stark, le rebana la cabeza a un pobre soldado como castigo por haber desertado de su puesto, aterrado ante el ataque de un grupo de muertos vivientes (un motivo bastante razonable para aterrarse). Lord Stark obliga a su hijo de nueve años a que presencie la sangrienta ejecución, para que se vaya acostumbrando a cómo se las gastan en su tierra. Ese mismo chavaluco, Brandon, a quien le encanta trepar muros, acaba el episodio-piloto encaramado a una torre abandonada, donde ve a la hermosa reina Cercei refocilándose con su hermano Jaimie, padre a la sazón de sus tres hijos, que el rey cree suyos. El bueno e incestuoso hermano, al saberse pillado in fraganti, no duda en empujar al niño para que se descalabre mortalmente desde lo alto de la torre.

En este mismo primer episodio vemos otra pareja de hermanos ejemplares, los Targaryen. Él se considera el legítimo heredero del trono, y para hacerse con él ha concebido el plan de vender a su hermana menor, una adolescente de cabellos plateados que posa desnuda ante él en su primera aparición, al cabecilla de una tribu de despiadados guerreros, para comprar a cambio los servicios de su ejército. El pedazo de bestia, como era previsible, somete a la chica a una noche de bodas violenta y vejatoria (y bastante explícita); para consolarla, el hermanito le declara a la triste novia que no le importaría lo más mínimo que la follaran del mismo modo los diez mil guerreros si con eso se saliera con la suya.

En fin, así está el patio. ¿Es esto lo que queremos los padres que vean nuestros hijos, a la edad en que nosotros nos emocionábamos con Heidi y Marco? El problema es que el caso de mis amigos no es aislado; hay muchos niños que han visto Juego de tronos y han estado expuestos a setenta horas de sutilezas como las descritas. Y siguiendo con los “jueguecitos”, también es preocupante que el Juego del Calamar, la serie revelación coreana de Netflix, pero una de las historias más truculentas, sangrientas y angustiosas que han visto mis ojos, fuera la favorita de los alumnos de una clase de tercero de Primaria, como declaró su profesora.

En este asunto, la libertad educativa individual de los padres es un concepto bastante relativo. Es difícil prohibir a tus hijos algo que casi todos sus compañeros y amigos están viendo y comentan en el recreo. Pero la cuestión principal es qué efecto tendrá a medio y largo plazo que nuestros hijos convivan con la violencia y la crueldad a una edad en la que aún no están preparados para asimilarla. Lo dejaré aquí (de momento). No soy sociólogo ni psicólogo; pero soy consciente de que unos y otros insisten mucho hoy en día en el problema de la salud mental de los jóvenes. ¿Será este asunto un ingrediente más del cacao existencial que les estamos legando?



Comentarios

Entradas populares de este blog

¡CATEDRÁTICO!

Muchos me habéis preguntado por ese enigmático toro que iba a lidiar el pasado lunes. Pues bien, se trataba de la prueba del concurso público a catedrático de universidad. Y sí, la pasé con éxito. ¡Alégrate conmigo! Quienes no estéis muy familiarizados con estos procesos quizá os confunda un poco que en la entrada de 24 junio 2022 anunciaba la obtención de la acreditación de catedrático a nivel nacional. Este era el primer paso, quizá el más importante, una condición sine qua non . Pero luego una universidad española debe convocar concurso, y uno debe presentarse, preparar las pruebas y obtener la plaza. Así que lo que ahora celebro es haber llegado al final de este camino. El primer ejercicio de la prueba consistía en defender el propio historial académico, docente e investigador. Hablar de sí no suele resultar muy arduo a un profesor universitario, y menos aún si es escritor. Así que, si me perdonáis que prolongue esa apologia pro vita mea con la que arranqué, compartiré aquí un

La coleta de Pablo Iglesias

Este miércoles 12 de mayo conocimos la gran noticia. Por encima de los tambores de guerra entre Israel y Palestina y los 188 muertos en la ofensiva israelí sobre Gaza; de las decenas de muertos por coronavirus aparecidos en el Ganges; de la explosión en Afganistán que dejó 85 muertos, la mayoría niñas; de la tensión en Nyamar o de los disturbios en Colombia... apareció la gran noticia que todos aguardábamos: Pablo Iglesias se ha cortado la coleta. Incluso quienes hacen de la Igualdad su ariete para derribar fortalezas y murallas acaban demostrándonos que este mundo no es igualitario. Los científicos buscando vacunas, el personal sanitario entregando sus vidas en servicio, los maestros acometiendo día a día esa labor tan ingrata y tan necesaria, los intelectuales buscando nuevas formas de entender el mundo... Incluso cualquier ciudadano normal que vaya a su trabajo o cuide de su familia... Ninguna de estas personas de mérito se gana titulares que sirvan para que la ciudadanía se inspire

Para Gema

ÚNICO “Qué suerte, ser pareja de un poeta”, te dijo aquella dama tan ajena —señorona prematura— durante la aburrida cena de un casorio. “Seguro que te ha escrito centenares de poemas amorosos, ¿a que sí?” “Pues no”, le contestaste, entre franca y divertida. Nos reímos. Nos miramos.   Pasaron las horas, volvimos a casa, y en aquella noche de silencios te aferré en mis brazos, y escribí nuestro único poema publicable.   Gracias por estos veintidós años