El pasado viernes escuchaba yo por Radio 5 (RNE) la noticia de la aprobación de la nueva Ley de Eutanasia en el parlamento español. Este evento (me pareció) se retransmitía en tonos altamente laudatorios, cuasiépicos, como si sus señorías (SS) hubieran conseguido descubrir la vacuna definitiva del Covid, o la cura permanente contra el cáncer. Aunque, bien mirado, no conviene descartar que algunos de sus promotores hayan tenido tales fines en mente.
Prometo por mi honor un comentario sobre el tema algo menos superficial de lo que acostumbro (aunque no śe si lo cumpliré). De momento, valga la predecible referencia a mi novela más progresista, Solo yo me salvo (2011). A diferencia de Orwell en su 1984, en mi distopía en clave de humor (es un decir) tuve el acierto de no indicar la fecha en la que el futuro llegaría a ser presente. Por suerte (es otro decir), da la impresión de que tal proceso se adelantará algo más de lo previsto, y de que queda menos para la implantación del derecho y deber de eutanasia reglamentaria a los 71 años, que es el punto de partida de esta historia.
Malaquias Winkle es un fraile nonagenario que ha escapado de esta regulación por haber llevado una vida eremítica en un monasterio abandonado en las montañas. Una vez se descubre este fallo en el sistema, el Estado se encargará de aplicar el procedimiento legal; pero, en los breves días que han de transcurrir entre los trámites burocráticos (la maquinaria funcionarial es bastante rápida en los temas verdaderamente importantes), fray Malaquías tiene oportunidad de recorrer diversos ambientes de la España de mediados del siglo XXI y ver la sana evolución socio-política-cultural.
En fin, no os voy a destripar una novela que ya todos deberíais tener en vuestras estanterías. En lo tocante a la eutanasia, Feli, acompañante del protagonista, le reprocha que no haya dado parte antes de la irregularidad, implicando que la ignorancia de la ley no exime de su cumplimiento:
Espero que no te ofendas si te digo que, por tu parte, tu actitud me parece totalmente insolidaria y anticívica. A pesar del aumento de la calidad de vida, las conclusiones unánimes del Comité Nacional de Bioética fueron que, a los setenta y uno, las personas ya son más propiamente cargas que beneficios para la sociedad. ¿Acaso sabes tú más que todo un Comité Nacional de Bioética formado por científic@s y premios planeta y por lo mejorcito del mundo del espectáculo? Ni de pita, vamos.”(Solo yo me salvo, p. 19)Pero no se alarme nadie. El procedimiento de eutanasia es muy dulce: se lleva a efecto mediante el "dezquis" o beso de la muerte, de dos en dos personas ("votantes"). Así lo explica un personaje:
Un@ d l@s dos votantes (el/la más responsable, sin ánimo de ofender) se aplica la pomada deletérea en los labios y le propina un prolongado beso en los de l'otr@, volviendo presto a reunirse con sus propi@s seres querid@s para la despedida definitiva. De este modo el final de nuestra existencia está marcado por el amor. ¿No es bonito, Mala? (p. 102)
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