Ya se sabe: los primeros días de Año Nuevo parece que adquirimos una mayor resolución moral para corregir viejos errores o estados de insatisfacción, y afloran los clásicos propósitos: apuntarse al gimnasio, empezar la dieta definitiva, dejar de fumar, etcétera. Espero no desanimar mucho si recuerdo que según dicen, nueve de cada diez personas desisten de tales resoluciones, aunque siempre podría darse la tesitura de que usted y yo estemos dentro de ese diez por ciento.
En todo caso, y sin pasarme de moralista, me voy a permitir sugerir otro interesante propósito de año nuevo: no ser nocivos. Sí, como suena. Para ser nocivos, para fastidiar la vida al prójimo, no es necesario ser violador, maltratador, o terrorista; cualquiera de nosotros, ciudadanos majetones, podemos ser nocivos. Y mientras un maltratador puede acabar entregándose a la policía atormentado por su desquiciamiento, un majetón nocivo puede no darse ni cuenta de lo que está haciendo.
Así, es nocivo el profesor que suspende a un alumno porque le cae mal, y le hace perder un año de su vida; el funcionario que por pereza o desidia dilata la tramitación de un expediente (o lo pierde) y causa grave perjuicio económico a las personas implicadas; el periodista que demoniza a quien no piensa como él, le cuelga un sambenito indeleble y puede acabar fomentando que algún descerebrado actúe con violencia; o el contertulio que en un amistoso café se dedica a despellejar a un prójimo ausente sin aportar pruebas ni dar posibilidades de defensa. Etcétera etcétera.
En definitiva, cualquiera de nosotros, sin dejar de ser majetón, puede perjudicar seriamente, incluso arruinar, a otro semejante. ¿No es un buen propósito de año nuevo intentar evitarlo, o al menos minimizarlo?
PD: quizá en un día como hoy debería añadir entre los ejemplos la casuística del político que cuando alcanza el poder se propone hacérselas pagar a la mitad de la ciudadanía que no le ha votado (o incluso al 90%, según casos). Pero quizás tal casuística no entre dentro de la nocividad ordinaria, ¿o sí?
En todo caso, y sin pasarme de moralista, me voy a permitir sugerir otro interesante propósito de año nuevo: no ser nocivos. Sí, como suena. Para ser nocivos, para fastidiar la vida al prójimo, no es necesario ser violador, maltratador, o terrorista; cualquiera de nosotros, ciudadanos majetones, podemos ser nocivos. Y mientras un maltratador puede acabar entregándose a la policía atormentado por su desquiciamiento, un majetón nocivo puede no darse ni cuenta de lo que está haciendo.
Así, es nocivo el profesor que suspende a un alumno porque le cae mal, y le hace perder un año de su vida; el funcionario que por pereza o desidia dilata la tramitación de un expediente (o lo pierde) y causa grave perjuicio económico a las personas implicadas; el periodista que demoniza a quien no piensa como él, le cuelga un sambenito indeleble y puede acabar fomentando que algún descerebrado actúe con violencia; o el contertulio que en un amistoso café se dedica a despellejar a un prójimo ausente sin aportar pruebas ni dar posibilidades de defensa. Etcétera etcétera.
En definitiva, cualquiera de nosotros, sin dejar de ser majetón, puede perjudicar seriamente, incluso arruinar, a otro semejante. ¿No es un buen propósito de año nuevo intentar evitarlo, o al menos minimizarlo?
PD: quizá en un día como hoy debería añadir entre los ejemplos la casuística del político que cuando alcanza el poder se propone hacérselas pagar a la mitad de la ciudadanía que no le ha votado (o incluso al 90%, según casos). Pero quizás tal casuística no entre dentro de la nocividad ordinaria, ¿o sí?
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