Como todo el mundo sabe, el problema más inquietante en España era el lugar donde reposaba el cadáver de Franco. Afortunadamente, nuestro valeroso presidente en funciones, don Pedro Sánchez, ha movilizado todos los recursos del gobierno para solucionarlo, y este pasado jueves 24 de octubre de 2019 ha llevado a cabo la histórica hazaña del desenterramiento del féretro y posterior enterramiento en otro lugar. A partir de ahora, ni la desaceleración de la economía, ni la nueva crisis que se avecina, ni el desgobierno sin visos de consenso, ni la falta de libertad en Cataluña, ni la violencia callejera, machista o independentista, ni siquiera el cambio climático nos tendrán que preocupar.
No es hazaña pequeña, no, y es posible que los votantes del señor Sánchez lo valoren en su elevada medida. Pero, ¿quién sabe qué otras consecuencias pueden tener tan encomiables actos? Para empezar, cuando nadie (especialmente los menores de cuarenta años) se acordaba ya de Franco, este asunto lo ha resucitado de alguna forma a las puertas del Día de Difuntos (para otros, Halloween). Y díganme, ¿es conveniente resucitar a un dictador?
Parece razonable despotricar del franquismo no tanto por la Seguridad Social o el desarrollismo o la inauguración de pantanos como precisamente por ser dictadura, es decir, un régimen no democrático en el que no se puede ejercer la libertad política. Pero el mejor legado de un dictador no son tanto sus restos mortales como el modus operandi, el control y la supresión de libertades. Ahora se da la paradoja de que los más acérrimos antifranquistas pueden estar homenajeando al dictador del mejor modo posible, es decir, empleando sus métodos. Por ejemplo, una ley –sea estatal o autonómica– que busque rescribir la historia y penalizar a quien disienta de la versión oficial, está utilizando métodos de dictador. Y podríamos seguir con más ejemplos.
Y otra cuestión no menor. Durante varias décadas las personas de derechas y de izquierdas han caminado juntas para hacer de España un país libre y moderno, del que estar orgullosos. Ahora, resucitar cadáveres propicia que “rojos y fachas” de nuevo se vuelvan a tirar los trastos a la cabeza, primero en el Parlamento, para que luego los más descerebrados se rompan el cráneo en la calle.
Y menos mal que no llegaron a abrir el féretro de Franco. ¡Igual todavía estaba vivo dentro! ¡Feliz Halloween!
Felicidades. Muy buen artículo.
ResponderEliminarYo tampoco entiendo a la gente que se preocupa porque uno de los errores de España (que también hizo cosas buenas, no lo olvidemos) esté enterrado en un momento histórico de la Guerra Civil.
Encima unos 45 años después. Quién se acordaba ya! Por si no fuera poco siguen: que si cambiar el nombre de las calles, que si desenterrar muertos...
En fin, que así va España. Muchas gracias profesor Carlos Villar.
Un saludo.