Es persona
responsable donde las haya, y por eso la constatación de haber contraído la
gripe de temporada no resulta obstáculo para que siga acudiendo al lugar de
trabajo como si tal cosa. No se requiere que sea autónomo, es decir, impelido
por el principio de que no se cobra lo que no se trabaja; también puede
ser empleado por cuenta ajena, o incluso ser funcionario. En este caso, hay un
matiz aún más admirable en su comportamiento.
Sin embargo,
su ejemplo de responsabilidad puede no encontrar el eco que merece. Así, cuando
a partir del primer día de incubación sus compañeros empiezan a contraer el
virus, la oficina comienza a despoblarse. Más flojos que nuestro contagiator, sus compañeros deciden
quedarse en casa, pero aquel aún permanece en su puesto, difundiendo su
resistencia y abnegación por doquier. Con una ejemplaridad eficiente, seguirá
manipulando la fotocopiadora, la impresora, hablando por el teléfono, estrechando
manos de clientes o besando en la mejilla, según corresponda. Y el aire mal
ventilado de la sala en invierno se seguirá cargando de invisibles microorganismos
que, no por ser invisibles, dejan de ser más puñeteros.
Hay algunas
especies emparentadas con esta. Una de ellas es la del llamado Osculante Porahidante (tanto macho como
hembra) quien, una vez perpetrado el beso de saludo, te revela que “tiene un
trancazo que no se puede aguantar”. Otra especie emparentada, el Pacatussicus Impolitus,
ubicada principal, aunque no exclusivamente, en hábitats eclesiásticos, es
capaz de contener continuadamente sus cavernosas toses o salpicantes estornudos
con la misma mano que, poco después, ofrece a destajo a sus congéneres en señal
de genuina benevolencia y deseo de paz universal.
Fauna urbana |
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