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FAUNA URBANA IV: CONTAGIATOR






Es persona responsable donde las haya, y por eso la constatación de haber contraído la gripe de temporada no resulta obstáculo para que siga acudiendo al lugar de trabajo como si tal cosa. No se requiere que sea autónomo, es decir, impelido por el principio de que no se cobra lo que no se trabaja; también puede ser empleado por cuenta ajena, o incluso ser funcionario. En este caso, hay un matiz aún más admirable en su comportamiento.

Sin embargo, su ejemplo de responsabilidad puede no encontrar el eco que merece. Así, cuando a partir del primer día de incubación sus compañeros empiezan a contraer el virus, la oficina comienza a despoblarse. Más flojos que nuestro contagiator, sus compañeros deciden quedarse en casa, pero aquel aún permanece en su puesto, difundiendo su resistencia y abnegación por doquier. Con una ejemplaridad eficiente, seguirá manipulando la fotocopiadora, la impresora, hablando por el teléfono, estrechando manos de clientes o besando en la mejilla, según corresponda. Y el aire mal ventilado de la sala en invierno se seguirá cargando de invisibles microorganismos que, no por ser invisibles, dejan de ser más puñeteros.

Hay algunas especies emparentadas con esta. Una de ellas es la del llamado Osculante Porahidante (tanto macho como hembra) quien, una vez perpetrado el beso de saludo, te revela que “tiene un trancazo que no se puede aguantar”. Otra especie emparentada, el Pacatussicus Impolitus, ubicada principal, aunque no exclusivamente, en hábitats eclesiásticos, es capaz de contener continuadamente sus cavernosas toses o salpicantes estornudos con la misma mano que, poco después, ofrece a destajo a sus congéneres en señal de genuina benevolencia y deseo de paz universal.



Fauna urbana


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