Recientemente
asistí a una magnífica charla sobre el populismo en la política actual, a cargo
del catedrático de Historia Contemporánea Pablo Pérez López. Hacía tiempo que
no escuchaba una charla tan amena, profunda, ordenada y bien argumentada a la
vez. Una delicia, pues. Paso a destrozarla un poco.
A pesar de que hoy se usa el término
“populismo” con bastante laxitud, como una descalificación, para que la
definición sea adecuada el sujeto debe cumplir un perfil. El populismo se basa
en un líder con carisma (o así lo cree él) que se postula como el vínculo
directo entre el Pueblo y su gobierno, prescindiendo del estrato intermedio, el
sistema político, que resulta una casta superflua toda vez que ya ha llegado él
como interlocutor y protector del Pueblo.
El concepto de Pueblo adquiere así
nuevos significados. Pasa a ser esa masa anónima que quiere y acepta al líder,
y que lo exprese o no, respalda punto por punto las decisiones de este. De aquí
deriva también el concepto de No-pueblo, la parte de la ciudadanía que, por su
intrínseca ceguera, no acata la doctrina del líder. El No-pueblo ha de ser
re-educado o, en su caso, suprimido, sea política o físicamente.
Con el líder como intérprete supremo
de las necesidades del Pueblo es lógico que, una vez en el poder, resulte
innecesario elegir sucesores mediante un sistema tan burgués como el sufragio
universal. El Pueblo ya se ha expresado, y su voluntad es inequívoca. Por eso,
el buen líder populista se afana por impedir que haya elecciones venideras que
puedan cometer el error de apearle. Como dirían ahora algunos politólogos, “es
que la gente vota a cualquiera”.
El profesor Pérez López citó a varios
estudiosos y puso numerosos ejemplos de líderes populistas del siglo XX:
Hitler, Stalin, Mao, Pol Pot, Nasser, Fidel Castro, Perón, Kim Jong-un, Chávez…
Las preguntas del público le animaron a definir el panorama español, y afirmó
que el independentismo catalán es el colectivo más populista que tenemos, con
su radical exclusión del No-pueblo que no les vota; luego le sigue Podemos,
aunque en un declive de carisma; Vox, sin embargo, carece de alguno de los
ingredientes básicos de la definición técnica de populismo.
Al final vencí mi timidez natural para hacer la última pregunta. Si el
nacionalismo y el populismo son los cánceres de la democracia, ¿qué hay de
otros posibles tumorcillos como el hecho de que los candidatos actuales tengan
que ser jóvenes, guapos, peludos y abonados a gimnasio? El profesor Pérez López
me lo aclaró con agudeza. Porque algunos de los establecimientos comerciales
que más triunfan en nuestras ciudades son precisamente las clínicas de belleza
y los gimnasios. Tenemos lo que nos merecemos. Cuando las sociedad cambie, la
política cambiará.
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