Hace unos días participé en un cursillo de formación sobre el componente emotivo en el aula. Entre otras interesantísimas sugerencias se nos animó a evitar los pensamientos negativos y sus perniciosos mecanismos de hipergeneralización, filtrado, maniqueísmo, hiper- o hipocontrol, error del adivino, etc. Pues bien, como práctica personal me he propuesto aplicar el método al primer asunto que me venga a las mientes… Por ejemplo, a la reciente investidura del presidente de España, don Pedro Sánchez. ¿Qué tal me saldrá? Vamos allá.
En primer lugar, es una maravilla que, por fin, tras tantos meses de gobierno provisional, haya salido investido el mejor presidente imaginable: un hombre íntegro, veraz, bien preparado (todo un doctor en Economía), entregado a la causa del bienestar de España y su ciudadanía por encima de todo. Es gozoso que tenga tanta facilidad para hacer amigos y que les haya convencido para apoyar desinteresadamente la mejor gobernabilidad posible del país, incluso aunque alguno estuviera una miqueta desmotivado y la susodicha le importara un comino (¿o era un cuyón?).
También exulto por la ampliación de la casta ministerial a 22 carteras, porque todo el mundo sabe que cuantas más ministras/os haya, y sus correspondientes planas mayores y batallones de consejeros y asesores de libre designación, mejor funcionará el país. El aumento del gasto público en 21.000 millones más de euros solo para ministerios está, pues, muy bien invertido. Y me parece un entrañable detalle humano que, por primera vez en la historia, marido y mujer (o lo que hayan escogido ser) ocupen sendos ministerios y cada noche al cenar en la intimidad del casoplón puedan compartir la vivencia de qué tal te ha ido en el currete, cariño.
En cuanto a las políticas de futuro, aún es pronto para opinar, pero me emociona pensar que por fin los ricos pagarán más impuestos y los empresarios no serán tan mezquinos con sus trabajadores. Si alguno se quiere ir a Portugal o a Marruecos o a donde sea, que se marche con sus bártulos, él se lo pierde. Seguro que Amancio Ortega se queda, eso fijo, aunque se le quiten las ganas de hacer donaciones paternalistas de tecnología hospitalaria.
También me llena de honda satisfacción que la ciudadanía se vaya gradualmente agrupando, como en todo buen partido de fútbol, en uno de los dos equipos posibles: progreso versus extrema derecha. Aunque en otros frentes el binarismo es indeseable, esta polarización ayuda a clarificar ideas, a saber en quién puedes confiar, y a no gastar esfuerzos en vano. “El que no está conmigo está contra mí”, como dijo…¿Quién fue? Ahora no me sale, pero pienso que tenía su punto.
En fin, ¿qué tal lo estoy haciendo? Yo creo que me va saliendo bastante bien… Y no te digo la de energía positiva que me rezuma por los poros.
En primer lugar, es una maravilla que, por fin, tras tantos meses de gobierno provisional, haya salido investido el mejor presidente imaginable: un hombre íntegro, veraz, bien preparado (todo un doctor en Economía), entregado a la causa del bienestar de España y su ciudadanía por encima de todo. Es gozoso que tenga tanta facilidad para hacer amigos y que les haya convencido para apoyar desinteresadamente la mejor gobernabilidad posible del país, incluso aunque alguno estuviera una miqueta desmotivado y la susodicha le importara un comino (¿o era un cuyón?).
También exulto por la ampliación de la casta ministerial a 22 carteras, porque todo el mundo sabe que cuantas más ministras/os haya, y sus correspondientes planas mayores y batallones de consejeros y asesores de libre designación, mejor funcionará el país. El aumento del gasto público en 21.000 millones más de euros solo para ministerios está, pues, muy bien invertido. Y me parece un entrañable detalle humano que, por primera vez en la historia, marido y mujer (o lo que hayan escogido ser) ocupen sendos ministerios y cada noche al cenar en la intimidad del casoplón puedan compartir la vivencia de qué tal te ha ido en el currete, cariño.
En cuanto a las políticas de futuro, aún es pronto para opinar, pero me emociona pensar que por fin los ricos pagarán más impuestos y los empresarios no serán tan mezquinos con sus trabajadores. Si alguno se quiere ir a Portugal o a Marruecos o a donde sea, que se marche con sus bártulos, él se lo pierde. Seguro que Amancio Ortega se queda, eso fijo, aunque se le quiten las ganas de hacer donaciones paternalistas de tecnología hospitalaria.
También me llena de honda satisfacción que la ciudadanía se vaya gradualmente agrupando, como en todo buen partido de fútbol, en uno de los dos equipos posibles: progreso versus extrema derecha. Aunque en otros frentes el binarismo es indeseable, esta polarización ayuda a clarificar ideas, a saber en quién puedes confiar, y a no gastar esfuerzos en vano. “El que no está conmigo está contra mí”, como dijo…¿Quién fue? Ahora no me sale, pero pienso que tenía su punto.
En fin, ¿qué tal lo estoy haciendo? Yo creo que me va saliendo bastante bien… Y no te digo la de energía positiva que me rezuma por los poros.
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