En estos días muchos acabamos de regresar de nuestras merecidas vacaciones, y nos vamos reincorporando, con mayor o menor incidencia del síndrome posvacacional, a nuestros quehaceres habituales. Espero que la mayoría hayamos descansado y disfrutado del parón. Algunos quizá vengan quemados del sol, otros de aguantar a la familia, pero los más quemados son, desgraciadamente, las víctimas de los 114 incendios que han devastado tantas hectáreas de bosque y que han acaparado la atención y la preocupación de los españoles en las últimas semanas. A estas tragedias reincidentes en verano se aplica, me temo, una dinámica que ya he esbozado en otra ocasión, la de la explotación de la catástrofe. En una primera fase, cuando la tragedia se cobra sus víctimas, nos llena de consternación e inseguridad. En una segunda, de solidaridad, se movilizan los recursos institucionales y humanos, voluntariado incluido, para procurar aliviar un tanto las consecuencias del caos. En esta fase los representantes p...
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