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Conciliar

Si se me perdona la generalización, tengo la impresión de que a los humanos nos gusta bastante lo binario. No me refiero ahora al ámbito afectivo-sexual, sino a todas aquellas facetas en las que tendemos al blanco o al negro. ¿De derechas o de izquierdas? ¿Conservador o progresista? ¿Monárquico o republicano? ¿Ateo o creyente? ¿Fumador o antitabaco? En nuestro lado del muro se está muy a gustito con quienes piensan como nosotros, y, si acaso tenemos pulsiones beligerantes, desde nuestra segura atalaya podemos, de vez en cuando, arrojar venablos a los adversarios, que merecen todo lo peor.

Estos días pasados hemos lamentado el fallecimiento de Francisco, un líder espiritual, que procuraba moverse en ese terreno intermedio de la conciliación (consenso, concilio, concordia…). Y, como tal, era susceptible de recibir críticas de los diversos frentes en pie de guerra. Posteriormente hemos aguardado con esperanza el nombramiento de su sucesor, un proceso que ha trascendido el ámbito católico, tal como ha revelado el enorme interés despertado y la exhaustiva cobertura informativa. Incluso ha sido curioso escuchar o leer a comentaristas, que se declaraban ajenos o incluso refractarios a la fe cristiana, sentando cátedra (infalible o no) sobre qué perfil debería tener el nuevo papa o qué reformas debería acometer para que cumpliera las expectativas en él depositadas. Algo así como si el CEO de la BMW diera consejos a la Mercedes-Benz sobre cómo expandir el mercado. Pero, bienvenida sea tal aportación. A donde quiero ir a parar es a la esperanzadora constatación de que el nuevo papa, Robert Prevost (Martínez, no olvidemos), reúne también un perfil conciliador: un teólogo con sólida formación intelectual, y un pastor preocupado por las ovejas, empezando por las más necesitadas. Como Jesús, que tampoco era excluyente: ¿Dios, u hombre? Pues los dos. Larga vida a León XIV, y que su capacidad de conciliación dé muchos frutos.

En otro orden de cosas, aunque dentro del tema que nos ocupa, otra reciente noticia edificante es que en Alemania se haya formado un gobierno de coalición entre conservadores y socialdemócratas, entre Merz y Klingbeil. No es la primera vez que se logra consenso, y, aunque los vaivenes de la política nunca concedan seguridades absolutas de futuro, es ejemplar que dos partidos mayoritarios que se mueven a ambos lados del centro hayan sido capaces de aparcar sus diferencias y ponerse a trabajar juntos. ¿Alguna vez veremos un milagro similar en la vida política española, o tendremos que acostumbrarnos a las interminables peleas de garrotazos que inmortalizó Goya? Porque aquí, aunque sea imposible aprobar presupuestos, o abordar los problemas que realmente importan y tomar medidas constructivas en beneficio de la ciudadanía, el principio es “antes morir que conciliar”. En fin, parafraseando a Melody, “como los gorilas (uh uh uh) vamos caminando”. Le deseo mucha suerte mañana en Eurovisión, siguiendo los pasos de Nemo. Le va a hacer falta.


Aparecido en La Rioja, 16 de mayo 2025. Ver todas las columnas.

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