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MATEO, EL ELEGIDO

Este viernes los logroñeses empezamos la fiesta. Algunos ya se ajustan el pañuelo al cuello y se preparan para pasar todo el día en la calle, en sus peñas, bares o chamizos, y solo volver a casa a recuperar sueño y salir de nuevo. Otros aprovecharán para poner tierra por medio y disfrutarán de esta posdata de las vacaciones estivales en parajes más o menos lejanos. Algunos, acaso los más aguafiestas, farfullarán sobre el dispendio de dinero público en charanga y pandereta, frente a lo que cuesta llegar a fin de mes o lo que sube la electricidad.

En fin, cada uno vive la fiesta como quiere o como puede; pero nadie puede negar que la celebración sanmatea tiene una dilatada tradición, cuyos orígenes se remontan al siglo XII, con la feria anual organizada en acción de gracias por las cosechas. Siglos después, en XIX, un decreto de Isabel II fijó las fechas a mediados de septiembre, para luego hacerse coincidir con la festividad de San Mateo, y más tarde, en 1945, añadirse la denominación de “Fiestas de la vendimia”. No sé hasta qué punto quienes estos días beban una jarra de más de zurracapote lo harán por devoción al santo evangelista, o si este, desde su observatorio celestial, reconocerá todas las manifestaciones lúdico-etílicas como parte de su legado. Pero sea como fuere, no está de más un pequeño recuerdo a la figura histórica que nos proporciona el nombre para celebrar la vendimia.

Mateo, o Leví, fue uno de los doce que acompañaron a Jesús en su predicación, a quien se atribuye la composición del primero de los evangelios. Quizá lo más destacado de su perfil es que fuera recaudador de impuestos al servicio de la ocupación romana; es decir, su trabajo consistía en exigir el pago de tributos a sus congéneres judíos en nombre del “romano imperialista, puñetero y desalmado”, como cantaba Elsa Baeza, lo que le granjearía comprensibles enemistades entre los suyos. Pero la vida le cambió cuando Jesús pasó delante de su puesto recaudatorio y le llamó a seguirle. Leví/Mateo, dejándolo todo, le siguió y llegó a ser un apóstol. Según cierta tradición, acabó sus días predicando en Etiopía y probablemente fuera allí martirizado.

Una caracterización reciente de Mateo que me llama poderosamente la atención es la que aparece en la muy recomendable serie de streaming The Chosen (Los elegidos), en la que se le retrata como un joven rico cercano al síndrome de asperger, muy hábil con los números y datos pero con serias dificultades para relacionarse con los humanos. Un retrato inusitado y acaso atrevido, pero consistente con la minuciosidad del primer evangelio, y acaso ilustrativo de que el Maestro también llama a su seguimiento a las personas con discapacidad.

Tanto en The Chosen como en las fuentes evangélicas, el episodio de la llamada de Mateo concluye con un generoso banquete que este da a sus nuevos amigos, un cierre que de nuevo conecta con la celebración que hoy comienza. El concepto mismo de disfrutar de las cosas buenas que nos brinda este valle de lágrimas, de celebrar y dar gracias por estar vivos, por lo que somos y hemos recibido, es algo muy humano (incluso aunque alguno haga un poco el animal estos días). La celebración es “nuestra forma de recibir los regalos de la existencia” (Osho), y un modo de agradecimiento que nos conecta con la vida y con quien nos la ha dado.


Aparecido en La Rioja, 20 de septiembre 2024. Ver todas las columnas.


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