Estimado presidente: Querría desde esta columna expresarle mi más emocionado agradecimiento por su decisión de seguir sosteniendo el timón de nuestro país, un país que, más que nunca, necesita de su guía y sabiduría. Sé que estos días estará muy atareado regenerando la vida democrática española, pero confío en que [entrará en mi blog] y leerá esta muestra sincera de adhesión, una más entre los millones de tales que se han producido espontáneamente el pasado fin de semana, inspiradas por el sincero gesto de cuestionarse la permanencia en el poder.
Y es que, como digo, hoy más que nunca es necesario que siga
trabajando en firme para lograr la concordia de los españoles y españolas, algo
que sé es prioridad de su gobierno. Y me parece edificante que no se arredre
ante las insidias de la ultraderecha, la derecha, los jueces o los periodistas,
colectivos todos que, tal como sugieren algunos socios de gobierno, requieren
de una urgente reeducación y democratización. Le animo a que no desfallezca en
este noble empeño, y que, al igual que ha velado para que la historia no se
pueda malinterpretar, vele también para que la información permitida dentro de
nuestras fronteras guarde unos mínimos de veracidad contrastados por las
autoridades competentes, que son quienes tienen el mandato para así evaluarlo.
Igualmente, el sistema judicial requiere una urgente democratización, que impida
que una élite profesional se crea capacitada para abrir diligencias que puedan
contravenir los intereses del estado.
Desde el punto de vista humano, no quiero dejar pasar mi
agradecimiento por habernos recordado que el amor lo puede todo, que “all you
need is love” (no lo traduzco porque sé que usted habla inglés como los
mismísimos Lennon & McCartney). Me ha enternecido que haya contemplado el
amor a su esposa como un posible motivo de dimisión, aunque afortunadamente el
amor de su pueblo haya alejado esta posibilidad. Reportajes como los firmados
por Álvaro Soto, que mostraban esos besos conyugalmente apasionados, me
recordaban los finales felices de las mejores películas románticas, y han
contribuido mucho a humanizar la vida política española. Es sin duda una atrocidad
hostigar a un presidente por el comportamiento de su pareja, y comprendo que es
mucho más intolerable cuando se implica a la legítima esposa que cuando se
trata de un mero novio de presidenta autonómica, acaso un mero cohabitante; tal
enfoque revela su mucho aprecio por los valores familiares tradicionales.
Finalmente, tengo que agradecerle que siga liderando la
lucha contra la corrupción que ha marcado su presidencia desde que en primavera
de 2018 promoviera la moción de censura para echar al sospechoso Rajoy del
sillón. Entonces nos declaró que urgía “sacar a España del lodazal de la
corrupción”. Pero la mejor forma de luchar contra esta, cuando viene denunciada
por la ultraderecha, es archivar las diligencias, como ha solicitado la Fiscalía
Provincial de Madrid. Y, en caso de que lleguen a prosperar (aún queda un largo
camino hacia la plena democratización de la justicia), siempre nos quedará la
amnistía. En definitiva, muchos ánimos con su misión y, Pedro, sea fuerte.
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