ÚNICO
“Qué suerte, ser pareja de un poeta”,
te dijo aquella dama tan ajena
—señorona prematura—
durante la aburrida cena de un casorio.
“Seguro que te ha escrito centenares
de poemas amorosos,
¿a que sí?”
“Pues no”, le contestaste, entre franca y divertida.
Nos reímos.
Nos miramos.
Pasaron las horas, volvimos a casa,
y en aquella noche de silencios te aferré en mis brazos,
y escribí nuestro único poema publicable.
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Gracias por estos veintidós años |
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