La segunda novela de ámbito malayo que recomiendo es La fábrica de sedas (The Harmony Silk Factory), el debut de Tash Aw en 2005, traducida al español en 2016 por Luis Morillo. Uno de los elementos más destacados es su sugerente estructura tripartita, cada una a cargo de un narrador diferente.
El primero, Jasper, nos declara que ha dedicado muchos años a investigar el pasado de su difunto padre, el próspero empresario Johnny Lim, del que no tiene duda que fue un delincuente y un mafioso, y a lo largo de su sección aporta testimonios encaminados a demostrarlo. La segunda parte enlaza los diarios de la madre de Jasper, la bella y malograda Snow, durante un periodo muy concreto y al parecer decisivo de su vida, del 24 de septiembre al 15 de noviembre de 1941, y en particular durante un accidentado viaje en el que participaron cinco personajes principales. Uno de estos, Peter, toma la voz en la tercera parte, cuando, ya muy anciano, rememora su amistad con Johnny Lim.
Por tanto, la novela parece estar centrada principalmente en explorar la figura de Johnny, pero el hecho es que cada narrador tiene una impresión muy diferente, acaso irreconciliable con las otras dos, lo que nos sugiere la intrínseca dificultad en llegar a conocer a otro ser humano, por muy cerca que convivamos con él.
Al igual que La madre del arroz, esta novela concede una especial atención al periodo de ocupación japonesa de Malasia, que supone un punto de inflexión en la historia del país, como también su posterior independencia del Reino Unido. Por otro lado, si La madre del arroz aportaba una enorme riqueza gastronómica en la multitud de alimentos descritos a lo largo de sus páginas, La fábrica de sedas supone una excelente guía para conocer la vegetación del país, sobre todo de la mano de Peter, experto en jardinería.
Mi proyectado viaje a Malasia no salió adelante; pero al menos me ha quedado otro, más asequible, el literario. Y sin duda ha merecido la pena.
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