Iberdrola ha convocado un certamen de proyectos sobre “deporte e igualdad”, dotado con 50.000 € en cada una de sus seis categorías. Tengo valiosas ideas al respecto, pero como por desgracia carezco del tiempo necesario para preparar la solicitud, opto por compartirlas en exclusiva con mis lectores de blog, concediéndoles permiso para desarrollarlas y explotarlas como crean conveniente.
Mi acercamiento al tema se resume en dos bloques. El primero, erradicar los premios en ligas y competiciones, los medalleros. Todos los participantes ganan por igual. El deporte, tal como está concebido hoy en día, además de ser el nuevo opio del pueblo (de lo que habría que hablar en otra ocasión), es uno de las máximos exponentes de desigualdad que ha concebido la sociedad contemporánea. El deporte premia el triunfo exclusivo de minorías favorecidas con excepcionales condiciones físicas, cuyas habilidades se cultivan mediante una desproporcionada dedicación de trabajo, con frecuencia alienante y explotador. A todo esto hay que añadir la posición social acomodada como factor determinante del éxito en ciertos deportes (tenis, esquí, polo, bádminton…) o incluso de la mera posibilidad de practicarlos (golf, equitación, vela, surf, buceo, Fórmula-1, etc.).
Por tanto, una concepción del deporte que persigue el triunfo de uno sobre el resto, del superior sobre el inferior, es una exaltación aberrante de la desigualdad. Si queremos atenuar estos efectos un tanto, se deberían suprimir resultados y clasificaciones. Todos ganan por igual, lleguen o no a la meta, marquen goles o no. La educación en España ya está progresando en esa atinada dirección, como atestigua la reciente Ley conocida como Lomloe, todo un avance en el fomento de la igualdad.
Y esto nos lleva a la segunda propuesta: otra manifestación patente de desigualdad es la división de las competiciones en categorías masculinas y femeninas. Como han demostrado les autoridades del Ministerio de Igualdad, la división en sexos es algo arbitrario y trasnochado. Igual que se penaliza a los colegios que aplican la educación diferenciada, no tiene ya sentido mantener el deporte por sexos, que también equivale a segregación. Así, todas, todos y todes deberían competir en una misma categoría, como en la vida misma. De este modo se acabarían los problemas generados por casos como el de Lia Thomas, campeona de natación de la NCAA, a quien voces ultramontanas acusan de llevarse todas las medallas por su superior dotación de testosterona.
Aunque, de todos modos, me olvidaba de que este problema también se arreglaría aplicando la primera medida. Ya veis que mi propuesta está bien cohesionada.
Estas son, en resumen, mis dos aportaciones al debate de deporte e igualdad. Reitero la invitación a mis amables lectores a desarrollarlas y, en su caso, a presentarlas al certamen. Eso sí; si alguno o alguna gana los 50.000 euros, lo menos que podría hacer es invitarme a un café.
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Lia Thomas, medallista |
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