A propósito de mi entrada bloguera de la semana pasada, hoy mencionaré a un escritor contemporáneo que se propone rescatar episodios de la historia de España que han sido relegados a un injusto olvido. Se trata de Juan Pérez-Foncea, donostiarra de nacimiento y, ahora, riojano de adopción. Después de catorce años ejerciendo la abogacía, Pérez-Foncea tuvo la inspiración quijotesca de dejarlo todo por la literatura, y así emprendió una carrera literaria que empezó por la novela fantástica y evolucionó hacia la histórica. Creo que no se arrepiente, y cuenta con miles de lectores a ambos lados del Atlántico.
Pérez-Foncea está convencido de que entre los españoles ha cuajado un complejo de inferioridad galopante respecto a las hazañas de nuestra historia y sus protagonistas, y que tal complejo, desarrollado a la sombra de la leyenda negra promovida por la Europa protestante a partir del siglo XVI, ha venido alimentado por una perezosa ignorancia de nuestra “memoria”.
En una charla impartida en Logroño hace unas semanas, Pérez-Foncea señaló como ejemplo paradigmático el caso de Blas de Lezo, a quien considera, en función de sus muchas victorias y logros, el mejor marino de guerra de todos los tiempos, y quien sin embargo ha permanecido en el olvido hasta hace apenas un lustro. Si hubiera sido inglés –mantiene—hace décadas que habría protagonizado diversas superproducciones made in Hollywood, y tendría varias plazas dedicadas, como Nelson en Trafalgar Square. Sin embargo, Blas de Lezo apenas cuenta con una estatua en Madrid, financiada por crow-funding precisamente por uno de sus lectores, que se sintió movido a hacerlo tras leer El héroe del Caribe.
Frente a la interpretación histórica que sostiene que la derrota de la Armada Invencible en 1588 supuso el comienzo del declive del poderío naval español, en su última novela, Venced al corsario inglés (Almuzara, 2021), Pérez-Foncea relata una campaña que lo desmiente. En 1595 el corsario sir Francis Drake capitaneó un audaz plan para desbaratar el dominio español en América, atacando la costa de Panamá en el punto más estrecho del istmo, la ciudad denominada entonces Nombre de Dios, un enlace estratégico del comercio entre el Pacífico y el Atlántico cuando aún no existía el Canal. Venced al corsario inglés ficcionaliza esta ofensiva inglesa que fue repelida por las tropas españolas (el spoiler aquí es lo de menos) en inferioridad de condiciones y haciendo gala de notable valor e ingenio militar. Uno más de esos episodios de los que un español de a pie (con perdón) nunca ha oído hablar, ni estudió en la secundaria (ni por supuesto estudiará).
Pérez-Foncea parece haberse documentado a conciencia para su relato, pero a partir del esqueleto factual rellena las lagunas de su ficción con trazos sólidos y personajes que me recuerdan las películas de Sesión de tarde de mi infancia. Así, el héroe es un oficial de marina joven, alto y apuesto, que se enamora de la hija de su superior, una belleza rebosante de delicadeza y encanto. El malo, por su parte, iracundo y traicionero, es también calvo y con barriga. Una lectura no para quien busque las complejidades psicológicas de un Ulises joyceano, sino para quien pretenda pasar un buen rato al tiempo que se da un chute de orgullo histórico patrio, una substancia acaso difícil de encontrar últimamente.
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