Hoy 6 de junio puede ser un buen momento para colgar este oema inédito. Sabe Dios por qué.
Enero me hallaría con ronquera
o acaso repudiando el consumismo;
febrero celebrando aniversarios
de las dos mejores obras que haya escrito.
Marzo me engañaría con promesas
a medio florecer de los almendros;
abril (el más cruel, según la cita)
traería ambigüedad y procesiones.
Sin duda el más traidor sería mayo
que siempre me ha brindado atardeceres.
Junio plantearía paradojas
en caso de que fuera el elegido.
Un julio de indolencia y de terrazas,
de mangas cortas y de soles fofos
sería casi causa de sonrisa.
Agosto ya preludia cierto ocaso,
más taimado cuanto más remoto,
que al fin claudica en el renacimiento
de los eternos ciclos septembrinos.
Octubre siempre presentó dos caras
y malhumor que avanza en un crescendo,
hasta llegar al mes de los difuntos
que no presenta trampa ni cartón.
Diciembre desemboca ya en el mar
e ilustra el fin de las alegorías.
Pues bien, ya están en verso las opciones.
Ya solo falta concretar la fecha
y recibir las notificaciones.
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