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Elecciones a rector

 Este martes 17 se celebran elecciones a rector en mi universidad. Se presentan dos catedráticos de dilatada experiencia, uno para renovar mandato, otro como aspirante. ¿A quién voy a votar?, me planteo. Y esta cuestión me lleva a una (peligrosa) deriva autobiográfica que, como no os puedo negar nada, paso a desarrollar.

Llevo más de un cuarto de siglo como profesor en la Universidad de La Rioja (UR), y este hecho, además de evidenciar que (por suerte o desgracia) no nací ayer, conlleva que por mi vista han pasado cinco rectores con sus siete equipos rectorales. Podría afirmar que no me parece que ninguno de ellos lo haya hecho mal; incluso alguno bastante bien. Pero desde la aludida perspectiva autobiográfica, constato que ninguno ha contado conmigo para encomendarme alguna tarea de gestión.




Con la excepción de mis cinco primeros años acompañando al bendito Carmelo Cunchillos en la dirección departamental, lo cierto es que la UR apenas me ha puesto a prueba como gestor. Casi todo lo que yo haya podido aportar al desarrollo de esta joven universidad, que acababa de nacer cuando me incorporé, ha sido mayoritariamente con mi docencia e investigación. Con la excepción, claro, de las dos iniciativas que he venido coordinando a lo largo de este cuarto de siglo, la revista literaria Fábula y la asociación de voluntariado ASUR, ambas fuera de lo institucional pero con frecuencia asimiladas de facto a la institución.

Por cierto, ya que sale el tema, en estos veinticinco años hemos tenido momentos estelares en los que he echado de menos algo más de apoyo rectoral. Por ejemplo, cierto año ASUR recibió el premio La Rioja Solidaria en un acto solemne en el Museo Würth al que asistieron en pleno las autoridades locales y autonómicas… con exucepción del rector de la UR. Otro ejemplo; en las casi cuarenta presentaciones de los respectivos números de Fábula hemos invitado como padrinos y madrinas a notables escritores, algunos premios Cervantes, Nadal, Nacional, Planeta y similares. ¿Ha acudido algún rector a alguno de estos actos para apoyar con su presencia el significado del evento? Que yo recuerde, solo una vez, y coincidía que el escritor-padrino era su hermano.

Lo aseguro, no es que anhele en estos momentos de mi vida un cargo burocrático. Me veo demasiado montaraz, las reuniones eternas me consumen, y, por si fuera poco, no me gusta tomar cafés a mediodía. O quizá nunca me lo hayan planteado por carecer de ideas, iniciativa o capacidad de organización. Pero a veces la envidia o la vanidad (“vanidad es andar en verdad”, decía Teresa de Cepeda, lexema arriba o abajo) me sugieren que no puedo tener menos que algunos ocupantes de sillones y silloncitos (no daré nombres hasta que me invitéis al tercer vodka).

Y ya que me habéis puesto sentimental, os confesaré que, cuando pienso en el desarrollo como institución de una universidad que he visto crecer desde sus primeros pasitos ilusionantes, me vienen a la memoria musical los ecos de ese éxito de Nena Daconte: “Tenía tanto/ que darte…

Así que termino como empecé. Este martes hay elecciones a rector. ¿A quién voy a votar?

Pues, sinceramente, no lo sé.

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