"Todo se deshace, el centro no se sostiene”. Es acaso el verso más citado del famoso poema de W.B. Yeats, “La segunda venida”, un texto apocalíptico escrito tras la catástrofe sin precedentes (por entonces) de la Primera Guerra Mundial. Este verso ha dado pie a numerosas glosas y ha titulado novelas y ensayos; también me sirve hoy para resumir la última semana política española.
En efecto, el pasado domingo se celebraron las (enésimas) elecciones generales, al día siguiente dimitió el fundador del partido más al centro, y otro día después el líder socialista escenificó su proyecto de alianza con la izquierda antisistema, para cuya viabilidad debe contar con el apoyo de otras facciones radicales, independentistas, e incluso violentas.
En definitiva, un panorama que sugiere que avanza la radicalización política en España, desatada en los últimos años por políticos insensatos. Y un síntoma de esta polarización es el fracaso del centro. La historia reciente de la democracia española ilustra el citado verso: Adolfo Suárez, a pesar de su prestigio como conductor de la difícil transición, fracasó en las urnas con sus partidos de centro, primero UCD y luego CDS. Años después surgió el que parecía ser sucesor en la franja centrista, UPyD, pero, tras una fulgurante crecida, también desapareció del mapa. Ahora todo apunta a que le pasará algo parecido a Ciudadanos, y el pobre Albert Rivera ni siquiera ha podido gozar de su tiempo de panegíricos, pues al día siguiente su dramática dimisión quedó eclipsada por el abrazo amoroso de Sánchez e Iglesias.
¿Por qué el centro fracasa sistemáticamente en España? Se constata que en nuestro país van creciendo nuevas sensibilidades políticas diferenciadas, a veces por detalles nimios, que, unidas a nuestra pasión latina, dificultan cada vez más un consenso de gobernabilidad. Sin embargo, a mí me parece que la forma de lograrlo sería precisamente que todos cediéramos un poco en nuestras visiones unilaterales previas para compartir espacios en el centro. Todo lo contrario de lo que parece ser la deriva de un futuro en el que las dos Españas resucitan y se van cabreando mutuamente. Y ya sabemos cómo acabó esa película; no deberíamos buscar un re-make.
Termino con otros versos del mismo poema de Yeats, que espero no sean premonitorios:
En efecto, el pasado domingo se celebraron las (enésimas) elecciones generales, al día siguiente dimitió el fundador del partido más al centro, y otro día después el líder socialista escenificó su proyecto de alianza con la izquierda antisistema, para cuya viabilidad debe contar con el apoyo de otras facciones radicales, independentistas, e incluso violentas.
En definitiva, un panorama que sugiere que avanza la radicalización política en España, desatada en los últimos años por políticos insensatos. Y un síntoma de esta polarización es el fracaso del centro. La historia reciente de la democracia española ilustra el citado verso: Adolfo Suárez, a pesar de su prestigio como conductor de la difícil transición, fracasó en las urnas con sus partidos de centro, primero UCD y luego CDS. Años después surgió el que parecía ser sucesor en la franja centrista, UPyD, pero, tras una fulgurante crecida, también desapareció del mapa. Ahora todo apunta a que le pasará algo parecido a Ciudadanos, y el pobre Albert Rivera ni siquiera ha podido gozar de su tiempo de panegíricos, pues al día siguiente su dramática dimisión quedó eclipsada por el abrazo amoroso de Sánchez e Iglesias.
¿Por qué el centro fracasa sistemáticamente en España? Se constata que en nuestro país van creciendo nuevas sensibilidades políticas diferenciadas, a veces por detalles nimios, que, unidas a nuestra pasión latina, dificultan cada vez más un consenso de gobernabilidad. Sin embargo, a mí me parece que la forma de lograrlo sería precisamente que todos cediéramos un poco en nuestras visiones unilaterales previas para compartir espacios en el centro. Todo lo contrario de lo que parece ser la deriva de un futuro en el que las dos Españas resucitan y se van cabreando mutuamente. Y ya sabemos cómo acabó esa película; no deberíamos buscar un re-make.
Termino con otros versos del mismo poema de Yeats, que espero no sean premonitorios:
la corriente sangrienta se desata, y por doquier
se ahoga la ceremonia de inocencia;
los mejores carecen de convicciones, mientras los peores
se llenan de intensidad apasionada.
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