Un 27 de febrero de hace quince años presenté Calle Menor en el Ateneo Riojano de Logroño, acompañado por el periodista Marcelino Izquierdo y el médico-escritor Fernando Sáez Aldana. Fue mi primera novela y también la más ambiciosa, con una trama guiñando el ojo a Bardem/Arniches sobre una joven poco agraciada –en mi versión profesora de latín en la Universidad de Lontana– que resulta víctima de una cruel apuesta entre un grupo de alumnos desalmados.
Etiquetable como “novela de campus”, pero también como “tragicomedia provinciana”, trata de la mezquindad como uno de sus temas principales, esa crueldad civilizada y cotidiana de quien se cree muy normal e incluso “majete” pero es capaz de hacer daño a un inocente sin apenas inmutarse. Al igual que su modelo bardemiano, para su ambientación consideré clave exagerar un entorno de lugar pequeño rodeado de cierta difamación o maledicencia, que igualmente resulta cotidiana y civilizada.
Por supuesto, la criatura me trajo varias alegrías. Por ejemplo, además de merecer buenas reseñas (una en el ABC Cultural) y de quedar finalista en el I Certamen de novela Tristana, fue preseleccionada por RTVE para un proyecto de tv-movies basados en obras literarias, que finalmente no salió adelante. En 2005 me invitaron a clausurar un congreso sobre Calle mayor en Valencia, donde hablé de la inspiración bardemiana y compartí mesa con unos amabilísimos Betsy Blair y José Luis Borau (que en paz descansen). Más tarde Borau citó la novela en su discurso de ingreso a la Real Academia de la Lengua, que versó sobre la inspiración fílmica en la literatura.
Como todo en la vida, las luces vinieron acompañadas de algunas sombras. En algunos circuitos muy locales ciertos lectores (más de segunda que de primera mano) jugaron a identificar personajes con personas cercanas, lo que me ganó algunos enemigos. Por otro lado, aunque la edición es bonita y se distribuyó relativamente bien, Ediciones Sial ni la promocionó ni me liquidó los modestos royalties, ni creo que lo haga a estas alturas.
Ahora he recuperado los derechos sobre ella y me encantaría que se reeditara algún día (¿hay algún editor serio leyendo esto?), quizá con algunos cambios, empezando por el título. No sé si Calle Menor es mi mejor novela hasta la fecha, antes lo tenía demasiado claro, pero ahora quiero convencerme de que en las posteriores he aprendido nuevos trucos. Además, ¿qué buen padre elige entre sus hijos? De vez en cuando algunos de sus personajes me reclamaban que les sacara de la caja y les volviera a dar vida. Yo alegaba ser quince años más viejo, y, por ende, más prudente; pero al final he cedido, en parte. Así, Millán Capuz Ayuso, un pedante profesor de estudios ingleses, está a punto de reaparecer en lo que, si Dios no lo remedia, será mi quinta novela, de la que hablaré en un futuro cercano.
Además, ninguno de los que me conoce (personajes incluidos) se cree que yo sea hoy más prudente.
Etiquetable como “novela de campus”, pero también como “tragicomedia provinciana”, trata de la mezquindad como uno de sus temas principales, esa crueldad civilizada y cotidiana de quien se cree muy normal e incluso “majete” pero es capaz de hacer daño a un inocente sin apenas inmutarse. Al igual que su modelo bardemiano, para su ambientación consideré clave exagerar un entorno de lugar pequeño rodeado de cierta difamación o maledicencia, que igualmente resulta cotidiana y civilizada.
Por supuesto, la criatura me trajo varias alegrías. Por ejemplo, además de merecer buenas reseñas (una en el ABC Cultural) y de quedar finalista en el I Certamen de novela Tristana, fue preseleccionada por RTVE para un proyecto de tv-movies basados en obras literarias, que finalmente no salió adelante. En 2005 me invitaron a clausurar un congreso sobre Calle mayor en Valencia, donde hablé de la inspiración bardemiana y compartí mesa con unos amabilísimos Betsy Blair y José Luis Borau (que en paz descansen). Más tarde Borau citó la novela en su discurso de ingreso a la Real Academia de la Lengua, que versó sobre la inspiración fílmica en la literatura.
Como todo en la vida, las luces vinieron acompañadas de algunas sombras. En algunos circuitos muy locales ciertos lectores (más de segunda que de primera mano) jugaron a identificar personajes con personas cercanas, lo que me ganó algunos enemigos. Por otro lado, aunque la edición es bonita y se distribuyó relativamente bien, Ediciones Sial ni la promocionó ni me liquidó los modestos royalties, ni creo que lo haga a estas alturas.
Ahora he recuperado los derechos sobre ella y me encantaría que se reeditara algún día (¿hay algún editor serio leyendo esto?), quizá con algunos cambios, empezando por el título. No sé si Calle Menor es mi mejor novela hasta la fecha, antes lo tenía demasiado claro, pero ahora quiero convencerme de que en las posteriores he aprendido nuevos trucos. Además, ¿qué buen padre elige entre sus hijos? De vez en cuando algunos de sus personajes me reclamaban que les sacara de la caja y les volviera a dar vida. Yo alegaba ser quince años más viejo, y, por ende, más prudente; pero al final he cedido, en parte. Así, Millán Capuz Ayuso, un pedante profesor de estudios ingleses, está a punto de reaparecer en lo que, si Dios no lo remedia, será mi quinta novela, de la que hablaré en un futuro cercano.
Además, ninguno de los que me conoce (personajes incluidos) se cree que yo sea hoy más prudente.
Comentarios
Publicar un comentario