Este sábado 21 de octubre desde
ARLEA (la asociación cultural responsable de la revista Fábula) organizamos un acto literario en torno a la figura de Blas
de Otero. Aunque el centenario de su nacimiento se celebró el año pasado
(15/3/2016), no conviene caer en la “centenaritis”, enfermedad cultural que
hace que un autor esté muy en boga durante las semanas del centenario y luego
se olvide. En definitiva, cualquier día es bueno para homenajear a un autor que
lo merece.
Se celebró en el edificio municipal La Gota de Leche, a las 18.30, y contamos con la
presencia de Loly Rubio, de la Asociación Artística Vizcaína, y de Ibon Arbaiza,
director de la
Fundación Blas de Otero, quien disertó sobre la vida y obra
del poeta vasco. A la charla siguió un recital en el que diversos rapsodas
escenificaron y leyeron versos relativos a Blas de Otero o tomados de sus
libros. Algunos de los asistentes vinieron de Vizcaya para la ocasión. Ya
colgaré alguna foto cuando tenga oportunidad.
No pretendo ser entendido en la obra de Otero, pero sí que le guardo
cierta admiración desde tiempo atrás. Siempre me ha parecido un poeta de
excepcional elocuencia e ingenio verbal. En mi primer libro de poesía, Más relinchos de luciérnagas (2006),
seleccioné los versos iniciales del primer poema de mi libro favorito oteriano,
Pido la paz y la palabra, como cita
introductoria:
Si he perdido la vida, el tiempo, todo
lo que tiré, como un anillo al agua,
si he perdido la voz en la maleza,
me queda la palabra.
Aún me parecen unos versos
magistrales, y la consideración de que “me queda la palabra” me consuela con
frecuencia cuando compruebo mi impotencia práctica ante situaciones de
injusticia o de abuso de poder.
En
mi breve introducción al acto mencioné lo anterior, además de reflexionar sobre
las implicaciones de que más de sesenta años después de que lo escribiera, en
un rincón de Logroño, estuviéramos recordando a quien plasmó en unos sencillos
versos: “Me llamarán, nos llamarán a todos./ Tú, y tú, y yo, nos turnaremos,/
en tornos de cristal, ante la muerte”, pero también intuía al mismo tiempo que:
“uno,/ dos,/cuatro/ libros borraron el olvido”.
Y, si es verdad que un autor perenne escribe mensajes perennes, este
poeta vasco y español, que en sus últimas etapas quiso ser recordado como poeta
social, nos ha dejado palabras que pueden hoy ser aplicables a cuestiones
nacionales dolorosas, como pueden ser los sucesos de Cataluña. Por lo menos, a
mí así me sucede con versos como estos:
Creo en ti, patria. Digo
lo que he visto: relámpagos
de rabia, amor en frío, y un cuchillo
chillando, haciéndose pedazos
de pan: aunque hoy hay sólo sombra, he visto
y he creído.
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