En estos días muchos acabamos de regresar de nuestras merecidas vacaciones, y nos vamos reincorporando, con mayor o menor incidencia del síndrome posvacacional, a nuestros quehaceres habituales. Espero que la mayoría hayamos descansado y disfrutado del parón. Algunos quizá vengan quemados del sol, otros de aguantar a la familia, pero los más quemados son, desgraciadamente, las víctimas de los 114 incendios que han devastado tantas hectáreas de bosque y que han acaparado la atención y la preocupación de los españoles en las últimas semanas. A estas tragedias reincidentes en verano se aplica, me temo, una dinámica que ya he esbozado en otra ocasión, la de la explotación de la catástrofe. En una primera fase, cuando la tragedia se cobra sus víctimas, nos llena de consternación e inseguridad. En una segunda, de solidaridad, se movilizan los recursos institucionales y humanos, voluntariado incluido, para procurar aliviar un tanto las consecuencias del caos. En esta fase los representantes p...
El pasado sábado 9 recibí la grata sorpresa de leer una reseña de Un puñado de polvo en Babelia , firmada por Ignacio Peyró, erudito y anglófilo. Además de analizar con su acostumbrada agudeza la novela de Evelyn Waugh que he traducido y prologado, Peyró me dedica unas palabras al final de su reseña. Empieza afirmando que la gran literatura arrastra una tradición de mezclar lo trágico con lo cómico, “una tradición que, tras pasar por Shakespeare y Dickens, llega con toda congruencia hasta Evelyn Waugh”. El entorno es un Londres de entreguerras que aporta “justamente la atmósfera ideal para un humor […] de sátira social”. Afirma que la novela trata del enfrentamiento de dos mundos que ya entonces se oponían: por un lado, el de los hábitos y tradiciones eduardianas, y por otro el de la vanguardia moderna simbolizada por el apartamento como cuarto propio para la mujer liberada, o por el nuevo uso del teléfono. Un choque entre “la Inglaterra arcádica y la crisis de la modernidad”, que s...