Esta mañana casi me
corto mientras me afeitaba escuchando las noticias, cuando a mis oídos llegó el
testimonio de un hombre que organizaba una actividad benéfica “para recaudar
fondos para el Hampa”. Cielo santo, pensé, ya se están quitando las máscaras.
Pero pronto me di cuenta de que se refería al AMPA, o asociación de Madres y
Padres de Alumnos de un centro educativo.
Ya
hace algunos años que el uso del idioma español se ha rebelado contra la norma
de que el masculino plural incluye el femenino. Apelaciones a “los vascos y las vascas” características
del lehendakari Ibarretxe
hace pocos años, son ahora comunes –variando el gentilicio, claro– en boca de
todo/a presidente/a autonómico/a que no sea de la vieja guardia pepera (especie
en extinción). Por extensión, similares desdoblamientos se oyen a todo/a
orador/a político/a, vecinal, académico/a, escolar, etc. que no quiera ser
tildado/a, siquiera tácitamente, de incorrecto/a.
Si
no conviene ser inmovilista en general, mucho menos en lo lingüístico, pues lo
propio del lenguaje es que evolucione en boca de los hablantes y las hablantes.
Pero tampoco convendría desdeñar, a la hora de plantear supuestas mejoras, los
planos de la estética y de la economía verbal. En ocasiones como la del AMPA,
la noble pretensión de alcanzar un lenguaje no sexista sacrifica las
implicaciones semánticas del acrónimo. Además, cuando un mecanismo resulta muy
torpe, es normal que propicie incoherencias, traicionando los propios
principios que lo motivan. En este mismo ejemplo, ¿por qué se ha añadido la M
al tradicional APA, pero no se añade otra A para desdoblar “alumnos y alumnas”
(o viceversa)?
Veámoslo con otro ejemplo más extremo. En un colegio antiguo podríamos
ver un aviso de este tipo:
Los alumnos cuyos padres quieran solicitar entrevista con el tutor
encargado deberán entregar al profesor un impreso firmado por sus padres…
Ahora, una versión
inclusiva que fuera coherente debería desdoblarlo en todas sus variantes
posibles:
Las alumnas y los alumnos cuya madre y cuyo padre, o cuya madre sola
(en caso de hogar monoparental), o cuyo padre solo (en caso de hogar
monoparental), o cuyas madre y madre, o cuyos padre y padre, o cuyo padre y
cuyas madres, o cuya madre y cuyos padres, o cuya tutora legal, o cuyo tutor
legal, quieran solicitar entrevista con la tutora encargada o con el tutor
encargado de clase, deberán entregar a la profesora o al profesor un impreso
firmado por su madre y padre, o madre sola (en caso de hogar monoparental), o
padre solo (en caso de hogar monoparental), o madre y madre, o padre y padre, o
madres y padre, o padres y madre, o tutora legal, o tutor legal…
En
fin, no parece fácil diseñar un lenguaje coherentemente inclusivo que a la vez
sea ágil y económico. No sé si sería pecar de inmodestia concluir que, hasta la
fecha, la mejor propuesta que conozco es la que se contiene en mi novela Solo
yo me salvo, donde se esboza
un modelo de diccionario avanzado. ¿Lo sería? Ups, pues ya lo he dicho.
Tienes toda la razón y lo malo es caer y seguir con la vulgaridad en el lenguaje.
ResponderEliminarUn abrazo.