La noticia literaria de los últimos días: tras catorce años de silencio (relativo), Pérez-Reverte nos vuelve a ofrecer la octava entrega de su saga más célebre. Los medios de comunicación, literarios o no, nos lo recuerdan por doquier. El Hormiguero invita al autor para hablar de su libro. Las librerías le dedican escaparates enteros en exclusiva. XL Semanal le vuelve a dedicar la portada: “Alatriste es el único personaje de ficción español que ha logrado una proyección global sostenida en el tiempo” (lo siento, Cervantes). “Un icono universal reconocible”, etcétera. Estupendo, ¿no? Sin duda, Pérez-Reverte es el best-seller español por antonomasia, sea en esta saga o en otras. Hombre inteligente y sabiamente polémico, ha sabido explotar su temprano éxito y, lo que es mucho más difícil que subir a la cumbre, ha sabido mantenerse casi cuatro décadas en el competitivo candelero literario, una hazaña propia de sus héroes más esforzados. Como hombre célebre que es, su reputación ...
En estos días muchos acabamos de regresar de nuestras merecidas vacaciones, y nos vamos reincorporando, con mayor o menor incidencia del síndrome posvacacional, a nuestros quehaceres habituales. Espero que la mayoría hayamos descansado y disfrutado del parón. Algunos quizá vengan quemados del sol, otros de aguantar a la familia, pero los más quemados son, desgraciadamente, las víctimas de los 114 incendios que han devastado tantas hectáreas de bosque y que han acaparado la atención y la preocupación de los españoles en las últimas semanas. A estas tragedias reincidentes en verano se aplica, me temo, una dinámica que ya he esbozado en otra ocasión, la de la explotación de la catástrofe. En una primera fase, cuando la tragedia se cobra sus víctimas, nos llena de consternación e inseguridad. En una segunda, de solidaridad, se movilizan los recursos institucionales y humanos, voluntariado incluido, para procurar aliviar un tanto las consecuencias del caos. En esta fase los representantes p...