“No tiene experiencia laboral, pero es despierta”. Esa fue la expresión empleada por cierta dirigente andaluza para recomendar la contratación a dedo de su sobrina en 2008. Es una muestra entre varias recabadas por la UCO sobre un caso que la justicia acaba de reabrir relativo a la oferta de empleo “digital” llevada a cabo por la extinta Fundación Andaluza Fondo y Formación de Empleo (FAFFE), en la que unas 84 personas vinculados a mandos socialistas fueron contratadas por la fundación sin un proceso transparente de selección. Este caso no se ha comentado mucho, no sé si por ser tan escandaloso o porque nos pilla cansados. Pero, aunque no sea así de descarado, nuestro sistema democrático siempre ha adolecido de lo que llamaremos macarrónicamente “amigocracia”, esa práctica tan patria en la que el dirigente elegido en las urnas nombra a sus numerosos cargos subordinados en función del grado de amiguismo, y estos a su vez hacen lo propio atendiendo también al grado de fidelidad, docilidad o servilismo (pues el escalón jerárquico a veces empaña la amistad verdadera).
Cualquier pánfilo al que le pongan despacho, personal
administrativo y un buen presupuesto puede ser alto cargo, y, en tiempos de
bonanza, quizá hasta ni se note mucho su incompetencia. El problema surge
cuando vienen mal dadas, cuando acontecen desgracias de gran magnitud, como una
dana o una pandemia, y entonces la falta de idoneidad, que puede venir
acompañada de una cerrazón que dificulte el asesoramiento especializado,
provoca que no se prevean los efectos funestos o no se les ponga el mejor
remedio. (Por cierto, ahora que conmemoramos el lustro desde la irrupción del
covid, nunca me pareció que un licenciado en Filosofía fuera la mejor opción
para presidir el Ministerio de Sanidad durante el primer año de la devastadora
pandemia.)
En fin, la amigocracia (véase también “nepotismo”,
“clientelismo”, etc.) parece florecer en todos los niveles de la cosa pública,
no solo en la política y no solo en todos los partidos; también en las instituciones,
la administración, la sanidad, la educación... No son tan infrecuentes quienes empiezan
como becarios llevando cafés al catedrático, y acaban con el tiempo ocupando
altos cargos. Las personas más creativas o los mejores especialistas no están
muy demandados, y a veces incluso se valora que los elegidos no sean
especialmente creativos, no la vayan a liar.
Ah, y otro de los requisitos de la amigocracia es que el beneficiario
no sestee mientras el jefe está pronunciando su discurso, aunque este se alargue
durante una hora y el somnoliento sufra de jetlag, como le pasó hace poco al
embajador de Bélgica, defenestrado en una de las recientes purgas del ministro
Albares. Aunque podía ser peor; el dictador norcoreano Kim Jong Un mandó
ejecutar a su alto cargo por hacer lo propio. Igual a esto se refería la dama andaluza:
“No tiene experiencia laboral, pero es despierta”. Pardiez, quizá sea un
requisito mucho más importante de lo que parece.
Aparecido en La Rioja, 7 de febrero 2025. Ver todas las columnas.
Comentarios
Publicar un comentario