Unos días después de la nueva edición de la macrocampaña de marketing disfrazada de hito cultural que es la entrega del premio Planeta, me viene a la cabeza que el panorama editorial es un bosque inmenso con cientos de miles de árboles, y con frecuencia no es difícil perderse entre la maleza y la hojarasca. Sin embargo, es admirable que autores que ya no pueden presentar magazines o pontificar en suplementos se sigan leyendo hoy en día, demostrando que el paso del tiempo no puede con ellos.
Este es el caso de Graham Greene (1904-1991), uno de los
autores ingleses más célebres a lo largo de la segunda mitad de siglo XX, autor
de títulos memorables como El poder y la
gloria, El revés de la trama, El americano tranquilo (o impasible,
según traducciones), Nuestro hombre en La
Habana o El cónsul honorario.
Greene, autor muy polifacético, fue pionero en utilizar en novela los recursos
aprendidos del arte cinematográfico, con el que siempre estuvo vinculado, pues,
además de trabajar de guionista en filmes tan inolvidables como El tercer hombre, la práctica totalidad
de sus novelas se ha adaptado a la pantalla. En
España también gozó de una enorme popularidad, a lo que probablemente contribuyera
su faceta de escritor católico, una rara avis en el contexto inglés de su
época. Así, desde la primera traducción de El
poder y la gloria en 1944, su obra ha sido objeto de gran interés por parte
de las editoriales españolas, hasta el punto de que hay más de doscientas
ediciones diferentes de sus libros registradas en nuestro país.
Pues bien, no es demasiado sabido que este autor inglés tan
insigne veraneó por España de modo regular entre 1976 y 1989, invitado por un
amigo singular, el sacerdote y profesor universitario Leopoldo Durán, y que
estos viajes le inspiraron para escribir la que sería su novela más hispana, y
a la larga la favorita de su larga bibliografía, Monseñor Quijote, un homenaje al clásico cervantino ambientado en
la transición española. Y quizá sea aún menos conocido que Greene pasó por La
Rioja en tres ocasiones, y que en nuestra tierra se originó una iniciativa sin
precedentes, la creación de la Fundación Graham Greene en el entorno de las
Bodegas Murrieta. La chispa que provocó esta fascinante cadena de causas y
efectos surgió durante la primera visita del escritor a España en 1976, cuando
descubrió el vino tinto Marqués de Murrieta y posteriormente le dedicó un reconocimiento
en Monseñor Quijote. Esta historia es
una más entre varias, algunas un tanto enigmáticas, que rodearon los viajes de
Greene por la Península, tales como su vinculación con el MI6 como posible móvil de las
primeras visitas; los misteriosos encuentros con una anciana residente en
Sintra, también implicada en el servicio secreto británico; o sus intentos de
establecer contactos con el naciente socialismo español en 1980.
La dimensión de La Rioja como ruta literaria greeneana podría
ser una vía de turismo internacional entre los millones de lectores que aún
conserva por todo el mundo. En todo caso, para quien quiera saber algo más del
paso de Greene por nuestra tierra, el próximo lunes disertaré sobre esta
apasionante historia en el Aula de Cultura que organiza este periódico. Todo el
que lea esto queda invitado.
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