Hace dos semanas aludía yo a la percepción, compartida por muchas editoriales, de que en España hay demasiados escritores para pocos lectores . También conjeturaba que el número de aquellos acaso no bajaba de cien mil (seguro que me quedo muy corto). Obviamente, la diosa Fama no puede sonreír a todos al mismo tiempo, pero esto no debería frustrarnos sobremanera. El don de la escritura sigue ahí, aunque nuestros admiradores no se cuenten por millares. Hoy me gustaría sugerir una propuesta para encauzar talentos no reconocidos por las masas: escribir la historia de la propia familia. Es una lástima que el recuerdo de nuestros familiares se difumine, o se pierda irremisiblemente, a partir de la tercera generación. Hoy lo habitual es que la mayoría haya conocido y tratado a sus abuelos, y que haya disfrutado de su cariño y experiencia. Mi caso (que no viene al ídem) es una excepción, pero es obvio que yo no sería quien soy sin ellos. No sé si sería otro mejor o peor (el posibilismo alterna
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