Una más de las facetas en las que quizá la Nueva (A)normalidad ha empañado la confianza en el prójimo afecta a la relación de la ciudadanía honrada con las fuerzas del orden. En efecto, si antes a los ciudadanos de bien (la mayoría) nunca les intimidaba la presencia de un coche patrulla de la policía, ahora son varios los que me dicen que se desazonan cuando lo ven acercarse. Quizá su mascarilla se ha deslizado bajo la nariz y piensan que les caerá una sanción, o recuerdan amonestaciones, multas o incluso cárcel por salir de noche durante el confinamiento, o por pasarse del kilómetro a la redonda que limitaba las fronteras en las fases intermedias. O quizá, en otro orden de cosas, temen sanciones por llevar una chaqueta en la bandeja trasera del coche, por fumar un cigarrillo en la calle, por lavar el vehículo en lugar público, o incluso (¿será verdad?) por llevar una bandera española. Me imagino la cara que se le puede quedar a un honrado ciudadano que ha salido unos días d...
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