En este mes de abril he protagonizado dos encuentros en sendos clubes de lectura que previamente habían leído Descubre por qué te mato. El primero fue el día 10 en el Instituto de Secundaria Santa Clara, de Santander, y el segundo en la Biblioteca Municipal Rafael Azcona de Logroño, este viernes 26 de abril. Este fue el cartel anunciador. Lo mejor es lo de mayores de 18 años.
Creo que ya he hablado de esto en alguna ocasión en este blog, pero he comprobado una vez más que, de las variadas fases de las que se compone la creación literaria (en sentido amplio), el contacto con los lectores es la más gozosa. Conocer las diversas reacciones de personas muy diferentes, y cómo cada cual ha hecho suyo el universo de mis criaturas de ficción, fruto de imaginación y trabajo, es sin duda la mejor recompensa que puede recibir el autor. Vale la pena emprender este largo camino que supone cada nueva obra.
Las luces de este cuadro son abundantes, aunque, de nuevo, alguna pequeña sombra podría ser la nula repercusión de estos actos en los medios tradicionales, ni siquiera en los locales. "Qué tengo yo, que mi anonimato procuras", podría glosar con el Fénix. En fin, quizá no quede espacio tras dedicar páginas dobles a las repetitivas declaraciones de los políticos o a las crónicas de partidos de regional preferente.
Volviendo a las sesiones del club, en este último me preguntaron si en mi novela pretendía hacer un retrato de toda una generación. Contesté que no necesariamente, pero que sí había dedicado algún párrafo a definir la de Óscar, el protagonista, nacido a finales de los 60. Reproduzco a continuación el que podría ser el texto más destacado a este respecto, una definición muy personal de los baby-boomers:
Creo que ya he hablado de esto en alguna ocasión en este blog, pero he comprobado una vez más que, de las variadas fases de las que se compone la creación literaria (en sentido amplio), el contacto con los lectores es la más gozosa. Conocer las diversas reacciones de personas muy diferentes, y cómo cada cual ha hecho suyo el universo de mis criaturas de ficción, fruto de imaginación y trabajo, es sin duda la mejor recompensa que puede recibir el autor. Vale la pena emprender este largo camino que supone cada nueva obra.
Las luces de este cuadro son abundantes, aunque, de nuevo, alguna pequeña sombra podría ser la nula repercusión de estos actos en los medios tradicionales, ni siquiera en los locales. "Qué tengo yo, que mi anonimato procuras", podría glosar con el Fénix. En fin, quizá no quede espacio tras dedicar páginas dobles a las repetitivas declaraciones de los políticos o a las crónicas de partidos de regional preferente.
Volviendo a las sesiones del club, en este último me preguntaron si en mi novela pretendía hacer un retrato de toda una generación. Contesté que no necesariamente, pero que sí había dedicado algún párrafo a definir la de Óscar, el protagonista, nacido a finales de los 60. Reproduzco a continuación el que podría ser el texto más destacado a este respecto, una definición muy personal de los baby-boomers:
Mi generación, la de los cuarentañeros baby–boomers españoles, es marcadamente heterogénea en diversos aspectos. Algunos hemos recibido una educación bastante tradicional, mientras que otros han servido de cobayas para experimentos educativos en ocasiones anárquicos. Algunos hemos seguido todo el proceso de instrucción religiosa posconciliar que pasaba por la primera comunión, catequesis, confirmación y posterior relajamiento de creencias; otros ni siquiera fueron bautizados, con el pretexto de que ya elegirían ellos cuando crecieran. Algunos aún conservamos el pelo y cierto aire juvenil, otros ya han adoptado la calva y la tripa de la irreversible madurez. En lo tecnológico, mientras otros sí que se han subido al carro de los ultimísimos gadgets y apps, algunos nos hemos resistido con uñas y dientes a someternos a la esclavitud que conllevan. Al final han sido los regalos de Reyes y cumpleaños los que nos han hecho caer, con reticencias y varios años de retraso, en los teléfonos móviles primero, luego los portátiles, y finalmente (aún no es mi caso) a los iphones, ipads, ibooks, internet en móvil, whatssaps, y demás. Mi profesión me obliga a acelerar la modernización más de lo que me pediría el cuerpo, pero no tanto como lo que veo en las generaciones jóvenes ...(Descubre por qué te mato, p. 52)
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