Hoy pienso hablaros con cierta franqueza de los apuros
económicos de la revista literaria Fábula
en los últimos años. Es algo que nunca he hecho abiertamente, y no sé qué
consecuencias traerá, pero me apetece hacerlo. Antes de entrar en materia, aprovecho
para anunciaros que está en marcha el número 36, que se presentará, D.m., en
diciembre. Como es habitual se aceptan colaboraciones, pero daos prisa.
Fábula lleva
apareciendo desde 1996. Surgió como catalizador de las ganas de leer y escribir
de un puñado de jóvenes alumnos de filología y su profesor (que entonces también
era joven). Ellos acabaron sus estudios, siguieron sus respectivos caminos, otros
vinieron, y el profesor se quedó. Podría mencionar muchos nombres de los que
han hecho Fábula a lo largo de estas
dos décadas, pero me quedo con tres: Eugenio, Ascen y Axel. Con el tiempo, sin
perder su carácter universitario (y por ende, juvenil), la revista ha
proporcionado oportunidades de publicación a casi un millar de autores, nacionales
e hispanoamericanos, noveles y consagrados. En efecto, nunca han faltado en
cada número una o dos firmas de prestigio que han “donado” sus inéditos para
iluminar así con su compañía el trabajo de otros menos conocidos.
Por otro lado, ni el director, ni el consejo editorial, consejo
asesor, colaboradores, pintores, fotógrafos, reseñadores, etc. perciben gratificación
alguna. Los gastos de la revista están ajustados al milímetro, y derivan de la
maquetación, la impresión y (mientras se pudo) las elementales e ingratas labores
de coordinación. Si las administraciones públicas tuvieran una décima parte proporcional
de nuestra contención de gasto, otro gallo les (nos) cantaría. Como es obvio, revistas
de esta índole no pueden sobrevivir de las ventas, por lo que, si la Cultura debe
ser objeto de subvención por parte de instituciones públicas o privadas,
iniciativas como Fábula deberían
estar entre las beneficiarias. ¿O no?
Por eso, llevamos diecinueve años mendigando ante dichas
instituciones para conseguir los cuscurros que nos permitan subsistir. Desde
1996 nunca faltó la ayuda de la Universidad de la Rioja, primero como patrocinadora, desde 2006 como co-editora junto con ARLEA, la asociación que
creamos en el origen para editar la revista. Tampoco faltó al principio la
ayuda de la entonces Dirección General, ahora Instituto Riojano de la Juventud
(IRJ). Este, a partir de 2008, ha cerrado el grifo. Aunque el actual director
del IRJ no ha encontrado aún hueco en su agenda para recibirme, la funcionaria
me ha dicho que ahora la prioridad son los campamentos juveniles de verano, y
que no financian literatura. Bueno, casi, pues en los últimos años el IRJ no
solo financia, sino que ha asumido íntegramente los gastos y organización de
una exitosa actividad literaria veraniega, el Agosto Clandestino.
Otro patrocinador que también nos ha cerrado el grifo traumáticamente
es el Ministerio de Educación y Cultura, que antaño nos distinguió al
incluirnos en el Programa de Fomento de la Lectura. A la vista de estos recortes,
al comenzar 2013 y ver que las modestas arcas de ARLEA se iban vaciando, lo primero que peligraba era la contratación (un
ajustadísimo tiempo parcial) de la persona que desempeñaba la coordinación. Tareas ingratas pero necesarias para que la revista funcione con seriedad. Por
ejemplo, cualquiera que se dirigía a la revista con un escrito, petición
o sugerencia recibía siempre la respuesta atenta y personalizada de nuestra
coordinadora, algo que no hacen ni las grandes editoriales. Con el fin de evitar
el despido, hice gestiones con las escasas entidades que aún patrocinan cultura
en La Rioja. Dos de ellas --una universidad privada on-line y una bodega-fundación--
me prometieron sendas ayudas, pero luego debieron de olvidarse. Además, la
primera propuesta me ocasionó una llamada a capítulo de las autoridades de mi
propia universidad, que no aceptaban semejante compañero de alcoba. En fin, la
consecuencia de ambos fracasos es que tuvimos que despedir a finales de 2013 a
la trabajadora que había desempeñado impecablemente durante ocho años las labores
de coordinación.
Es lógico que las adversidades conduzcan al desánimo. Y no cabe
duda de que diecinueve años de mendicidad también desgastan, aunque la labor
que se hace desde Fábula no ha dejado
de entusiasmarnos. En cualquier caso, superado el bache, pretendemos seguir
como podamos, al menos un trecho más. Este año no saldrán dos números, sino
uno, pero este se hará con el mayor cariño posible.
Pues eso. Bien como lector, colaborador,
suscriptor o mero espectador, te esperamos.
(Más información en: www.revistafabula.com )
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