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RUBÉN ABELLA (ET ALII): EL CONFLICTO NARRATIVO


EL CONFLICTO DE TODA HISTORIA
La sesión de Rubén Abella, veterano en nuestros talleres, era de las más esperadas. Una vez más, no defraudó las expectativas. Su intervención del 6 de mayo, “El conflicto en narrativa”, estuvo de nuevo muy bien ajustada y medida, expuesta con entusiasmo y con multitud de ejemplos y de material para el análisis.
Foto: Nacho Torres

Rubén recordó que la escritura se parece a un viaje: hay que saber a dónde se va, y pensar cómo llegar allí. Para eso es fundamental planificar la trama, no vale con dejarse llevar. Conviene apuntar las ideas que nos vengan, diseñar con cuidado la estructura, y distribuir bien los puntos de inflexión, aquellos momentos en que la trama de un giro considerable.

Dentro de este contexto, uno de los ingredientes necesarios de toda narrativa es el conflicto. La mayoría de las historias giran en torno a alguien que quiere algo, y a alguien que se opone a ello. La narrativa cinematográfica, de hecho, explota este esquema intensamente, porque sabe que funciona y seguirá funcionando.

El invitado recomendó al escritor que piense en sus propios conflictos personales como caldo de cultivo de ficción. No se trata necesariamente de resolverlos, pues el fin de la literatura no es dar soluciones, si no más bien plantear interrogantes.

Esbozó los diferentes tipos de conflicto más comunes en narrativa, planteados como el enfrentamiento de un ser humano contra otro ser humano, contra la naturaleza, contra sí mismo, contra la sociedad o contra la obra humana. Ilustró la presencia de cada caso en fragmentos de obras de Richard Yates, Raymond Carver, Jack London, Stephen Crane, Edgard A. Poe, E.L. Doctorow, William Faulkner y (para salir de lo norteamericano), Dostoievski.

SABER LEER, SABER COMENTAR
Una semana antes impartí mi sesión, orientada al comentario colectivo de los trabajos de los propios asistentes al taller. Comencé afirmando que, aunque entre las virtudes del escritor no suele destacar la humildad, hay que ser capaz de aceptar las lecturas críticas que nos hagan personas de buen criterio literario. Eso no implica hacer caso a todas sus sugerencias, por supuesto, pero al menos saber oírlas. Siempre se puede aprender algo.

Con el fin de esbozar unas pautas críticas para los comentarios, entre todos reconstruimos un decálogo de consejos sobre escritura de relatos a partir de lo que habíamos oído en las sesiones anteriores. Los aspectos que más habían llamado la atención de los asistentes eran:
            –El relato debe mostrar más que contar.
            –Debe ser económico, intenso.
            –Debe recurrir a imágenes sensoriales.
            –El texto muestra una décima parte de lo que ha pasado (la teoría del iceberg).
            –Ha de crear una atmósfera.
            –El paisaje recreado es a menudo subjetivo.
            –El escritor puede recurrir a su lado más oscuro para buscar inspiración.
            –Escribir es un acto de rebeldía. El relato desafía lo convencional.
            –Es importante que haya una chispa en el desenlace.
            –Hay que contar con el papel activo del lector.
Foto: Nacho Torres
A continuación, pasamos a comentar once relatos escritos para la ocasión, todos con un elemento de “malentendido”. Cada autor salió a leer su trabajo, y después escuchó los comentarios y sugerencias de sus compañeros y, en su caso, replicó. En cada tanda nombré a un “crítico malo” (con antifaz) y a un “crítico bueno” (con gorro festivo) para que se ejercitaran en el arte de encontrar reparos y virtudes respectivamente. Pero no hizo falta tirar de la lengua, los asistentes se lanzaron con entusiasmo a comentar los textos: “En el crisol de las pesadillas”, de Salvador Rodríguez Gallardo, “El asesino a sueldo”, de Rakel Ugarriza, “En mala hora”, de Antonio Murga, “La musa”, de Coke Martínez, “Universos paralelos”, de Antonio Millán, “Sí quiero… o no”, de Sergio Generello, “Sopla”, de Reve Llyn, “Dejà Vu”, de Pablo González, “Kiko y Sara”, de Jonatan González, y dos relatos sin título de las benjaminas, María Alonso y Cristina Juliana González. Esta última reconoció haberse inspirado en la sesión de Manuel Pérez Saiz y en su consejo de aprovechar cualquier motivo para hacer literatura, como por ejemplo la caída de una mota de polvo en cinco segundos. O la vida de un botellín de agua mineral...

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