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MANUEL PÉREZ SAIZ: IMAGINACIÓN AL (SUPER)PODER


Foto UR
Ya había yo advertido a los asistentes al taller: “No sé de qué va a hablar Manuel Pérez Saiz, pero estoy seguro es de que os va a desconcertar”.  Y se cumplió. Es difícil ser tan sugerente y tan divertido a la vez y mantener el ritmo durante dos horas. No, mantener es incorrecto. El ritmo de interés hermanado con entretenimiento (muchos acabamos con agujetas de tanto reír) fue incrementándose exponencialmente a lo largo de su intervención, titulada "Los superpoderes del microrrelato".

Manuel se presentó como profesor antes que escritor. Y, en efecto, consiguió lo que solo los buenos maestros alcanzan: remover, dejar huella. De su paso por Logroño quedó, entre los que le oímos, la impronta de un convencimiento que nos transmitió con naturalidad campechana, entre anécdota y anécdota: el escritor tiene capacidad para hacer lo que le dé la real gana. Es un experimentador, un “enredador”. A pesar de que muchos aspirantes a escritor querrían llegar a vivir de ello, el no depender de la escritura para la manutención tiene innegables ventajas: te permite ejercitar al máximo las potencialidades de tu imaginación, sin tener que depender de gustos mayoritarios o modas.

Un poco de teoría: el relato breve debe ser sorprendente, impactante, capaz de remover al lector. Se pueden trazar ciertas analogías con las técnicas de la publicidad, aunque conviene recordar que el relato es una forma literaria “pura”, no busca el lucro. Debe estar inspirado en hechos reales, lo que no implica que uno despierte habitualmente ante dinosaurios, sino que hay algo en el germen del relato que el creador conoce bien. Algo que se puede exagerar o transformar, pero que le interpela personalmente. En este sentido, hay que aprovechar las numerosas oportunidades de inspiración que nos brinda la vida real. Todo vale… siempre que haya imaginación y talento, claro.
Foto UR

El relato es también muy versátil, y tiene capacidad de interpolarse en textos superiores. Manuel nos señaló y comentó ejemplos de microrrelatos insertos en el Quijote, pero también en lugares tan dispares como ciertas canciones de la “movida” ochentera. Completó su sesión poniendo deberes a los asistentes: escribir microrrelatos inspirados en unas curiosas mímicas. Si una frase que, según él, define el microrrelato es: “Eh, usted, no se me relaje”, no creo que nadie se pudiera relajar (léase “aburrir”) teniendo a semejante comunicador delante.

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